Jane Birkin |
Es tanta la clase de Birkin que en el arranque de su tercera canción, Baby Alone in Babylon, un aparatoso acople intentó arruinar el momento, pero ella, segura, capeó el momento con el gesto y la sonrisa que facilita eso tan intangible y al mismo tiempo perceptible que se llama clase. Lógicamente, el concierto, delicadísimo, fino, se basó en el disco en el que repasa ese material tan inmarchitable como ella, y que supuso un alentador entreacto en el apabullante dominio anglosajón en la métrica musical del festival barcelonés...
Por su parte, Charlotte Gainsbourg, hija del matrimonio que formaron Birkin y Serge Gainsbourg, también marcó perfil el viernes. Era la primera vez que madre e hija coincidían en un festival. Con una puesta en escena tan sencilla como efectiva, apenas unos marcos de luz blanca distribuidos por el escenario, la cantante ofreció un concierto convincente en el que recuperó los temas de su último trabajo, en el que se cura de la pérdida de su hermana Kate. Lo más chocante de su actuación no fue tanto su estilo musical, al fin y al cabo pop con bases programadas que no incitan al baile, sino el baño de chanson que estaba implícito en las melodías. Temas como Heaven Can Wait, Les Crocodiles o Kate, por la hermana fallecida, marcaron también distancias con el tono general de la cita. Fue una delicia ver a Charlotte, espigada y filiforme, envuelta en una simple camiseta blanca y unos tejanos...
Luis Hidalgo. Barcelona. El País, domingo 3 de junio de 2018
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