martes, 21 de diciembre de 2021

Adiós a Richard Rogers padre del Centro Pompidou

Richard Rogers.( AFP)
"La única constante en la vida es el cambio", me dijo el arquitecto británico Richard Rogers la última ve que hablamos en Londres". Esta idea fue la que presidió la construcción del Centro Pompidou, su obra más famosa, proyectada a partir de 1971 junto a su colega Renzo Piano e inaugurada en París en 1977: un edificio de corte industrial y futurista, con plantas diáfanas y las instalaciones  y las escaleras dispuestas en la fachada que tuvo la virtud suplementaria de crear una gran plaza pública ocupando la mitad del solar disponible.

Aquella construcción moderna en el corazón de París propició un alud de críticas. Pero, a los pocos meses de su apertura, era ya la principal atracción cultural y turística de la capital francesa. Y sigue siéndolo, junto al Louvre.

Richard Rogers fallecido ayer en Londres a los 88 años, es autor, ya en solitario, de otras obras señeras como el edificio de la aseguradora Lloyd's (1978-86), también de corte industrial, disruptiva, en el corazón de la City, encargada paradójicamente por una de las firmas más tradicionales del "establishment" económico británico. O el Millenium Dome (1996-1999), u edificio singular, de hechuras semiesféricas y peso mínimo, levantado para festejar en Londres el último cambio de siglo. O, en España, la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas (1997-2005), en Madrid, una de sus mejores obras. Otros trabajos españoles de Rogers, estos en Barcelona, fueron la remodelación de la plaza de Las Arenas o la torre del hotel Hesperia, junto a L'Hospitalet.

Entre las últimas aportaciones de Rogers se cuenta la torre 3 (2006´2018) del renovado World Trade Center, en la zona cero de Nueva York asolada en el 2001 por los atentados del 11-S.

Rogers era un arquitecto feliz, animoso, involucrado en las instituciones públicas -trabajó para la Greater London Authority, fue consejero del Ayuntamiento de Barcelona...-, un insobornable defensor de la arquitectura contemporánea -todavía se recuerdan sus enconadas polémicas con el Príncipe Carlos, partidario de la arquitectura convencional- y un hombre amante de los colores, como reflejaba su indumentaria, en la que combinaba, sin los reparos previsibles en un octogenario con título (Lord Rogers of Riverside), prendas azules, verdes, amarillas o naranjas...

Llàtzer Moix. La Vanguardia, 19/12/2021 

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