domingo, 12 de diciembre de 2021

Cuentos feroces de un autor perdido en el mundo actual

 La literatura parte el mundo en dos y esa es su fuerza. Están quienes piensan que con Inhumanos, Philippe Claudel (Nancy, 59 años) firma un libro magistral. Otros creen que se le ha ido la olla. Quienes volaron con el poder de evocación y la intensidad de metáfora de un libro como Aromas se ven ahora sorprendidos (¿quizá sería mejor decir acorralados?) por un artefacto seco, bestia, valiente y ampliamente discutible como Inhumanos. Dos libros de historias cortas escritos por el autor francés hace cosa de 10 años, casi seguidos. La diferencia es que el primero salió en España, editado por su sello habitual, Salamandra, en 2012 poco después de hacerlo en Francia... y que el segundo acaba de hacerlo, cuatro años después del lanzamiento francés ... pero en otro sello, Bunkerbooks.

Según el autor, su editor español ha tenido miedo de Inhumanos, donde lo mismo un hombre pone en venta a su esposa en internet que otro le regala a la suya por Navidad tres señores ("uno para cada orificio, muy gracioso"), unos amigos de su empresa y sus mujeres practican sexo en grupo mientras los niños juegan en el piso de arriba y un grupo de veraneantes fleta un yate para contemplar cómo los inmigrantes de varias pateras se ahogan en el mar. Algo de miedo, desde luego, da Inhumanos. Lo provoca en el lector y uno puede llegar a entender que también lo provocara en su momento en el editor español, aunque ahora ya se verá si Claudel decide seguir siendo fiel después del desplante, o cambia de rumbo. El secretario general de la prestigiosa Academia Goncourt, además de dramaturgo y cineasta, dice que escribió este libro porque en su opinión el mundo ha perdido todos los referentes morales y de autoridad, todo va demasiado deprisa y él ya no entiende nada. La conclusión es transparente: Philippe Claudel ha escrito un libro a la vez transgresor y reaccionario. Reaccionario en el sentido literal del término, reacción contra lo que no se entiende... o se entiende demasiado bien.

La siguiente disertación acerca de la técnica y la forma en que un escritor afronta el hecho literario según su estado de ánimo y los temas que le sobrevuelan da una idea sobre la capacidad de plasmar el mundo en libros tan planetariamente opuestos. Sentado el pasado miércoles delante de un café en el centro de Madrid, el narrador, cineasta y dramaturgo se lanza: "Cuando empiezo una historia, es la atmósfera la que me acaba llevando a la escritura. En Aromas me dije: "Ya que desde niño he sido bastante sensible a los olores, voy a elaborar una lista con todos los que he conocido desde la infancia. Reuní como 130 y acabé reteniendo 63 para el libro. Me propuse escribir para cada aroma un texto muy corto, pero sobre el primero ya me encontré con 40 folios. Me dije: no puede ser tengo que dejarlo en dos o tres páginas para cada entrada". "Con Inhumanos se repitió la situación: escribí la primera historia y me salieron 40 folios. La tiré a la basura y me dije: Hala, dos o tres folios máximo. Lo tengo claro, menos es más. La diferencia entre los libros está precisamente  en la escritura. En Inhumanos, como precisamente trabajaba sobre un material inhumano, me dije: "Pues la escritura también tiene que serlo. Nada de imágenes , nada de metáforas, un lenguaje seco, casi como si fuera una máquina la que escribía el texto, un robot".

En cuanto a las salvajadas que cimentan las tramas de estos 25 relatos cortos, Claudel remite al contexto temible en el que, según él se mueven las sociedades occidentales de hoy. Y a su absoluto desconcierto personal. "En realidad escribí este libro porque me sentía perdido", admite. "Vengo de un mundo que era bastante sencillo de descodificar. No digo que fuera mejor. Hoy se desmoronan muchas certidumbres. La tecnología, la medicina y la biología producen cosas fabulosas, pero lo hacen de una forma demasiado rápida para el nivel de aceptación humana, y eso trae a veces un gran malestar metafísico. Y luego está la cuestión de la verdad, y la aparición de esas expresiones formidables que son las verdades alternativas. Para mí, por ejemplo, pretender que el sexo no es una cuestión biológica sino una mera invención de la sociedad o que los conceptos de macho y hembra ya no existen... me parecen verdades alternativas... Yo creo que la gran diferencia con el pasado es que antes existían barreras, cerrojos que lograban mantener la puerta cerrada. Sobre todo, la religión  que tenía un peso terrible en nuestro mundo occidental. También el maestro de escuela y la familia. Pero matamos a Dios, el respeto al maestro ya no existe, en Francia incluso se le asesina. Y la familia tradicional ha explotado. Hemos perdido los referentes, hemos asesinado a los símbolos de autoridad y cada vez estamos más abandonados a nosotros mismos...

Borja Hermoso. El País, sábado 4 de diciembre de 2021

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