Adaptación de la novela homónima y mayor éxito del novelista húngaro Milan Fust, La historia de mi mujer parte de un improbable idilio entre un maduro marino mercante y una coqueta y conquistadora mujer a principios del siglo XX. Dos personajes que entablan una envenenada dialéctica de seducción y de celos. El nobel y algo boborrón capitán holandés Jacob Störr, a quien da vida Gijs Naber, decide pisar tierra y pedir matrimonio a la primera mujer que se cruce en su camino. Su suerte parece echada cuando una bella francesa, Lizzy, interpretada por Léa Seydoux, acepta para sorpresa del propio afectado embarcarse en la aventura.
Durante casi tres horas de metraje, la película no logra despegarse de la fuente literaria de estos dos personajes, aferrada a los gestos y equívocos de un círculo vicioso marcado por los zarandeos emocionales de una pareja sin forma en la que ninguno acaba de fiarse del otro, especialmente él de ella. El ingenuo y enamorado lobo de mar frente a la mundana seductora que aquí ejerce de Pigmalión de los rituales de seducción de un hombre que no entiende de cortejos mientras le piden comportarse "como un canalla", que parezca que ha "arrasado con el gallinero".
Con secuencias hermosas como la del romántico primer baile o las del puerto de Hamburgo, el filme encalla en su sobria propuesta, sin precisión melodramática, demasiado rígida en el manejo de las emociones de una historia de amor imposible cuyo fondo trágico nunca acaba de emerger.
Elsa Fernández Santos. El País, viernes 27 de septiembre de 2021
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