domingo, 5 de diciembre de 2021

Madame Bovary deconstruida

El Paso del tiempo. No es probable que en la primera lectura de Madame Bovary el lector se haga una idea completa de lo que es esta gran novela. La fluidez con que nos adentramos en ella deja nuestros sentidos algo adormecidos. Nos abandonamos. De Charles Bovary pasamos a Emma, y luego a Léon, a Rodolphe, otra vez a Léon ... La trama se ha ido enredando alrededor de Emma como el viento entre los árboles. La naturaleza tiene un papel decisivo. La fantasía es parte de su naturaleza profunda. La pasión amorosa es consecuencia directa de la desmesurada fuerza que va cobrando su disposición a soñar. Huir de la vulgaridad y alcanzar el éxtasis es el único camino que se va mostrando a sus ojos. Los lectores sucumbimos al encantamiento del gran mago y creemos escuchar su voz envuelta en susurros: no he sido yo quien ha escrito esta historia, se ha ido escribiendo sola, todos los elementos se han ido confabulando para crearla, la sucesión de las estaciones, las normas sociales, las insatisfacciones... Soledad Puértolas.

Una pobre ingenua. Creo recordar que leí por primera vez Madame Bovary a los veintidós o veintitrés años, con un afán de subsanar lagunas. Durante mi adolescencia y primera juventud había leído a muchos clásicos para aprender, pues tenía claro que quería ser escritora. Lo que más me impresionó entonces de aquella lectura fue la deformación que yo tenía en la cabeza, por pura ignorancia y porque el nombre de Madame Bovary es legendario por ser un clásico, así que antes de leerla imaginé a una devoradora de hombres de corazón frío. Y resulta que es una pobre ingenua.

En cuanto a cómo sería hoy Emma, creo que sería consciente de que el amor romántico es un mito, pero eso no le serviría de nada; quizás iría al psicólogo o sería una feminista de boquilla, pues no querría cambiar ella pero le pediría a los hombres que cambiaran para poder seguir creyendo en príncipes azules. Supongo que también les culparía de toda su infelicidad sin asumir responsabilidad alguna. Elvira Navarro.

Turbiedad y parálisis. Leí la novela un verano en Cádiar, mi pueblo de la Alpujarra, con unos veintitrés años. Había ya leído Anna Karenina, de Tolstoi pero no La Regenta de Clarín, pero de aquella primera lectura recuerdo como si fuera ayer la sensación de turbiedad y parálisis de la vida provinciana que aniquila todo sueño. Y el final. No el suicidio de la protagonista, sino la terrible desolación del marido cuando, ya enterrada, descubre en su escritorio las cartas de Emma a sus amantes. El final sórdido de todos y todo.

Sus lecciones siguen muy vivas, pero a través de las confesiones del autor a Louise Colet sobre las angustias de la escritura de Madame Bovary y su obstinación por la forma, las correcciones obsesivas, la desesperación ante su propia lentitud... "Sólo se llega alcanzar el estilo con una labor atroz, con una obstinación fanática y abnegada". Y algún momento de fe: escribir es "la posibilidad de circular por toda la creación". Son lecciones contenidas en la novela que nos valen también a los poetas. Aurora Luque.

Y también: El abismo del deseo, Ana Merino. Humor y modernidad, Rosa Montero. Alternativa al suicidio, Pilar Adón.

 Flaubert. Una orgía literaria. 200 años del padre de Madame Bovary.

El Cultural, 3-6 de diciembre de 2021.

No hay comentarios:

Publicar un comentario