sábado, 17 de diciembre de 2022

El misterio de las novias del Mont Blanc

Retrato de Marie Paradis

El gran asunto del alpinismo, su mayor misterio, no tiene que ver con montañas sino con personas. En las motivaciones de sus actores y actrices encontramos casi toda la base épica y literaria de una actividad tan fácil de explicar como complicada de entender. Aunque a veces no haya nada que explicar porque la motivación resulta obvia y pública. 

Fue el caso de Marie Paradis, la primera mujer que escaló el Mont Blanc (4.810 metros): no esgrimió argumentos científicos o curiosidad alguna por descubrir el misterio de las alturas. Su motivación fue absolutamente prosaica y de hecho, se puede decir que fue el primer caso de mercadotecnia fundado en el alpinismo. Sencillamente, Marie Paradis sumó dos y dos y se dijo que si se hacía famosa, podría ganarse mejor la vida sirviendo comidas en Chamonix. Necesitaba salir de la pobreza. No sabía leer ni escribir. También fue de las primeras personas ajenas a las élites burguesas y aristocráticas en pisar el Mont Blanc, iniciativa alentada por los guías de montaña locales que se empeñaron en que el pueblo llano participase de la aventura de las cimas.

En 1786, el guía Jacque Balmat y el médico Michel Paccard conquistaron el Mont Blanc, pero en 1808 la alta montaña seguía siendo un espacio misterioso y tenebroso para cualquiera que no fuese Balmat, quien seguía guiando hasta lo más alto a aristócratas suizos e ingleses. Habían pasado 22 años desde su sonada conquista, pero la cima del Mont Blanc a penas había conocido una veintena de ascensiones.

Los relatos de la época difieren: unos dicen que fue Balmat quien insistió  a Marie Paradis para que se midiese a la montaña, pero en un relato del escritor Alejandro Dumas (autor de Los tres mosqueteros) se refiere que fue ella quien salió al paso del guía para pedirle hueco en la expedición que lideraba guiando a cinco varones, todos habitantes de Chamonix. Paradis tenía 30 años y trabajaba como posadera. Deseaba una vida mejor lo que explica su valentía, impropia de la época.

La excursión duró tres días y fue un calvario para Marie Paradis: en las cercanías de la cumbre, el mal de altura afectó severamente a la joven, vestida con falda como marcaban los cánones estéticos y púdicos del momento. Paradis resbalaba, jadeaba y sufría tanto que en un momento pedirá que la tiren "al fondo de una grieta y que cada cual se marche donde le plazca". Pero nadie la abandona: Balmat y el resto de sus acompañantes tiran de ella, la empujan, y se relevan para sujetarla ladera arriba. "Sentí mis piernas desfallecer y le pedí a Balmat que aminorase la marcha, como si fuese a él a quien le faltase el aire", escribe Dumas tras entrevistarla. Algunos relatos llegan a firmar que alcanzó la cima (el 14 de julio) a lomos de sus acompañantes; otros, en cambio, aseguran que fue capaz de plantarse en lo más alto `por sí misma. Todos felices en el punto más elevado, ríen y le ofrecen toda la extensión que alcancen sus ojos como dote.

De regreso, Chamonix celebra su gesta y la heroína se traslada a una casa donde, desde entonces, cocinará para dar de cenar a todas las expediciones que regresan del Mont Blanc. Con todo la historia del alpinismo encuentra dificultades para reconocer a Marie Paradis como  la primera alpinista. No se discuten los hechos sino las motivaciones. Y esto explica que las crónicas se inclinen por señalar a Henritte d'Angeville como la primera alpinista pura: fue la segunda mujer que pisó la cima del techo de Europa, 30 años después de que lo hiciese Paradis.

Las diferencias son enormes. Aristócrata soltera y sin hijos, D'Angeville sufrió un verdadero flechazo la primera vez que divisó la blancura del Mont Blanc, disparando la necesidad de pisar un día sus laderas...

Óscar Gogorza. El País, 9 de noviembre de 2022

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