sábado, 3 de diciembre de 2022

El Sacré Coeur deja de doler

Es, junto a la Torre Eiffel y la catedral de Notre Dame , el monumento más conocido de París. El Sacré Coeur -la basílica del Sagrado Corazón de Montmartre- se ve desde buena parte de la ciudad. Es como la torre Eiffel, una referencia para orientarse y un icono turístico. Y es algo más: un edificio que carga con una historia de luchas obreras y represión, la de la Comuna de París en 1871; una historia de enfrentamientos entre dos Francias -la laica y la ultramontana- que se ha apaciguado, pero que todavía suscita discusiones intensas.

La decisión por amplia mayoría en el Consejo de París -el Parlamento de la ciudad- de clasificar el Sacré Coeur como "monumento histórico", el 10 de octubre pasado, cierra un capítulo en la historia. Ya pocos lo consideran ofensivo y nadie propone derrocarlo. Durante tiempo no fue así. Montmartre fue un lugar simbólico de la insurrección de 1871. Ahí se encontraban buena parte de los 277 cañones que las fuerzas gubernamentales intentaron recuperar el 18 de marzo, lo que desencadenó una ola de violencia y el establecimiento de un contrapoder en París, como cuenta el historiador Michel Winock en La fièvre hexagonale (La fiebre hexagonal).

Cuando, dos meses después la Comuna fue sofocada a sangre y fuego, el proyecto de la nueva iglesia, finalmente consagrada en 1919, se convirtió en el símbolo de la venganza de la Francia reaccionaria y católica contra la Francia obrera y revolucionaria. Es verdad que la idea del templo surgió antes de la Comuna, y su construcción comenzó después de la Comuna. La intención, como consta en una inscripción de 1872 en el muro interior de la basílica, era diáfana: hacer "enmienda honorable" de los pecados de la ciudad y la nación, teniendo en cuenta "las desgracias que desuelan Francia y las desgracias mayores que quizá la amenazan".

El Sacré Coeur representaba para sus impulsores, "un edificio de redención y de expiación más que reconciliación", escribe el historiador Pierre Nora en el diario Libération . Para los comuneros encarcelados o exiliados y para los familiares de los ejecutados, era un recordatorio, difícil de esquivar para un paseante en muchos barrios de la capital, de quién había ganado y quién perdido, y de que París, la roja, la revoltosa- era una ciudad cristiana. Con el tiempo pasó a ser otras cosas para parisinos y turistas. Con sus torres bizantinas y su color blanco cremoso, el edificio diseñado por el arquitecto Paul Abadie encarnaba simplemente un monumento al mal gusto. Nora explica que el contrapunto republicano y progresista -no revolucionario, pero si opuesto a las fuerzas de la reacción- sería la torre Eiffel, terminada en 1889.

Más adelante, el Sagrado Corazón de Montmartre se fusionaría con la identidad de la ciudad. Desde las películas a las postales, está inscrita en la identidad de París. Que una abrumadora mayoría del Consejo de París, dominado por la izquierda, votase a favor de conceder la clasificación de monumento histórico, encaja con esta lógica. Hasta ahora, estaba "inscrito" como monumento , pero no "clasificado", una categoría superior...La idea es clasificar como "monumento histórico" tanto la basílica como los jardines a sus pies que llevan el nombre de plaza de Louise Michel, la llamada Virgen Roja, una de las figuras de la Comuna. París retrasó un año el reconocimiento del Sacré-Coeur para no coincidir con el 150 aniversario de la Comuna en 2021...

La asociación Amigas y Amigos de la Comuna de París, fundada en 1882 tras la amnistía y el regreso del exilio de los comuneros, mantiene viva la llama en un local del sur de París. La decisión del Consejo de París, para ellos, supone una nueva derrota. Es olvidar otra vez estas personas que lucharon por una vida mejor, estas personas que querían una república social", dice Françoise Bazire, la secretaria general de la asociación. "La represión fue sanguinaria, terrible. Es hacerlos morir de nuevo. Moralmente, claro".

El Sacré-Coeur en Montmartre es una memoria fría que no agita los corazones: una memoria que, al contrario de las de la ocupación nazi durante la II Guerra Mundial o la guerra de Argelia, ha dejado de doler.

Marc Bassets. París. El País, martes 22 de noviembre de 2022.

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