La película cuenta las desventuras cotidianas de una limpiadora solitaria en el Londres de los 50. Viuda, resignada pero soñadora, decide ahorrar las 500 libras que le costaría ir a a París para comprarse un vestido de Dior. Tras perder el dinero en una carrera de galgos y recuperarlo con la llegada de una imprevista pensión de viudedad, llega el viaje tan anhelado por "la criada que soñaba con el más hermoso vestido del mundo". Lo que parecía una nueva revisión desangelada de la máxima rilkiana que descarta la victoria y solo aspira a resistir, acaba en un discurso algo tontorrón sobre la fe en el destino. "Hoy es mi día de suerte", el ingenuo mantra de la protagonista.
Y ya todo son tópicos amables y adormecedores en una suerte de comercial colorido de la historia de la marca parisina, con atardeceres junto al Sena, la torre Eiffel, Notre Dame, apartamentos en Montmartre al pie de Sacré-Coeur y ¡guiños a Sartre! ¡Horreur!
Hablando de tópicos, por ahí anda también, haciendo caja, la actriz Isabelle Hupert, en su enésimo papel, a piñón fijo, de estirada mandona; una gestora repelente de la artesanal casa Dior que arruga la naricilla al ver a la proletaria Manville cambiando de clase, por un segundo, vestida de princesa otoñal.
Eduardo Galán Blanco. La Voz de Galicia, viernes 9 de diciembre de 2022.
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