lunes, 11 de mayo de 2015

El último lobo

Annaud y su amada naturaleza. En Jean-Jacques Annaud cuanto mayor es el espectáculo, menos se nota la cámara. En eso, aún salvando las distancias, coincide con David Lean. En eso, y en su cuelgue de los grandes espacios en donde encuadrar al ser humano como parte del paisaje. El último lobo se diría que es una película de retazos que la retina agradece, pero sin llegar al pleno. Como casi todo el cine de Annaud, dueño de una filmografía singular, aunque irregular, y que a sus 73 años, no parece dispuesto a jubilarse, pese a su alergia al mainstream palomitero. Ni el haber sucumbido aquí al uso del 3D (vimos la convencional), le aparta de sus convicciones a favor de un cine transmisor de sensaciones en desuso. Quien fue autor de En busca del fuego (1981), El nombre de la rosa (1986), El oso (1988), Enemigo a las puertas (2001) y la muy marciana Su majestad Minor (2007), regresa a la naturaleza salvaje de impresionantes parajes, para meterse entre mongoles, en los años sesenta de la revolución cultural de Mao, cuando un grupo de jóvenes deberán convivir con las costumbres campesinas  y llevarles la cultura. Uno de ellos Jian Rong, escribiría un libro sobre su peculiar relación con un lobo, best seller en China después de El libro rojo de Mao.... Como es natural rodando en los propios escenarios, de modo que el factor antropológico y costumbrista queda salvaguardado al más puro estilo Annaud, muy dado a someter a sus equipos a situaciones límite (pregunten a Banderas y su rodaje en Qatar de Oro negro, en el 2011). Realmente son dos películas en una, o si se prefiere su intensidad aumenta conforme el metraje avanza, desde la espectacular secuencia con los lobos esteparios atacando a un rebaño de gacelas (igual con la relacionada con la manada de caballos. Más allá del transfondo ecologista y la continua apelación al equilibrio natural, con el añadido de la convivencia plena del campesino mongol y el depredador (lo tiene por animal cuasi sagrado, necesario para su propia supervivencia, de ahí su rechazo a exterminarlo), Annaud renuncia a cargar las tintas sobre quienes desean alterar esas reglas de juego, como haría un made in Hollywood .El filme transcurre con placidez, sin subrayados, como deseando transmitir la paz de la estepa al público.
Miguel Anxo Fernández. La Voz De Galicia, lunes 13 de abril de 2015 

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