Comedia simple, que no simpleza. El plano general nocturno de la granja de los Bélier, iluminado a tono como para darle casi aires de cuento, advierte de las intenciones de Eric Lartigau, las de ofrecer una comedia más dulce que agria, que, mientras que incide en la idea universal de que los hijos llegan para abandonar el nido cuando toque (la idea de volar, el mantra que recorre la parte final del filme), quiere llegar a todo tipo de público, ese que demanda pasar un buen rato sin caer necesariamente en la simpleza. Por lo visto lo lograron. Fue el éxito del año pasado en Francia y puede que a ello haya contribuido el debut de su protagonista, la joven cantante Louane Emera, ganadora en el 2013 del concurso TF1The Voice, la plus belle voix, y que además se hizo con el César a la mejor actriz revelación. Un pleno rotundo que sin embargo no elevará a la película a los altares de la memoria cinéfila, ni muchísimo menos. Acabará sus días en reemisiones televisivas y otras varias del consumo casero, aunque, siendo pragmáticos, ya quisiera cualquier industrial europeo disponer de media docena de filmes así al año para cargar las pilas del negocio. Tocada por la gracia realista del cine francés, esa facilidad suya que viene de los tiempos de la Nouvelle Vague , de filmar la vida cotidiana... de manera cotidiana, como si la cámara fuese invisible y se transmutara en la mirada del propio espectador. Nos metemos en la granja de los Bélier y en su intimidad. Son todos sordos (los padres y el hermano pequeño), y Paula, 16 años, es su conexión con el mundo real, dependen de ella para casi todo. Un buen día, el profe de canto del instituto advierte sus posibilidades y la trabaja para una ocasión única, aspirar a formar parte del prestigioso coro de Radio France. Es la idea argumental de base, sazonada de pinceladas costumbristas (escatalogías incluidas, que la vida también es eso), unas mejor logradas que otras, ya camino de un desenlace previsible hacia la mitad del metraje. Lartigau de filmografía resultona (seis largos en once años), se muestra habilidoso en el manejo de los actores (todos en su justo punto) y confirma eso bien ponderado, incluso en la pantalla grande, de la distancia que separa a lo simple de la simpleza. Y colorín, colorado....
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, jueves 30 de abril del 2015
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