Palma de Oro para un film galo sobre la inmigración. La 68 edición del Festival de Cannes pasará a la historia después de conceder su Palma de Oro al francés Jacques Audiard, por el hecho de convertirse en la más casera de las que este cronista guarda recuerdo. Esa derrama se extiende al premio al mejor actor, Vincent Lindon, y a la mejor actriz, Emmanuelle Dercot, éste exaequo con la norteamericana Rooney Mara. No sé si un jurado conformado por tres cineastas norteamericanos, uno quebequés, un mexicano, actrices de España o Inglaterra y una compositora de Mali puede practicar el chauvinismo. Pero este palmarés no cabe calificarlo sino de tal cosa, y en magnitud exacerbada. Dheepan, la película ganadora, no figuraba en ninguna de las querencias de la crítica. Su relato de las dificultades de un grupo de refugiados de la guerra civil de Sri Lanka en Francia, resuelto con un inopinado estallido de violencia a cargo del protagonista, un tigre tamil, es la más sólida de la elefantiásica presencia gala en el concurso. Posee pulso y factura correcta. Pero ni por asomo es comparable con la grandeza de las obras mayúsculas de esta edición, la norteamericana Carol y la húngara Hijo de Saúl. Audiard que ya obtuvo en 2009 el Gran Premio del Jurado por Un profeta, es el gran beneficiario de esta declaración de los Cohen y sus colegas por el cine francés, cuyo bajo nivel y sobrerrepresentación en el concurso fue estos días leit-motiv de todas las conversaciones. Se intuye que existió un pulso en el jurado en la obtención del Gran Premio del Jurado, el segundo en importancia, a la película húngara, opera prima de Lazslo Nemes en la cual logra la proeza de acercarse al exterminio de judíos en Auschwitz, con la recreación de una atmósfera del horror que marca un hito en la narrativa literaria y visual sobre los campos....
José Luis Losa. La Voz de Galicia 25 de mayo de 2015
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