jueves, 28 de mayo de 2015

Sumisión de Michel Houellebec

Michel Houellebec
Sumisión, que retrata una Francia al borde de la guerra y convertida en Estado islámico, llega a España. Michel Houellebec tiene escolta oficial. Después del atentado contra Charlie Hebdo el pasado 7 de enero, el Gobierno francés prefiere no arriesgarse: como otras personalidades locales, el autor de Plataforma va ahora a todas partes flanqueado por dos policías de civil. Bromea con ellos y parece sentirse cómodo con la situación. Aunque no deja de resultar algo irreal entrevistarlo en esta brasserie de Saint-Germain, bebiendo vino blanco, mientras Houellebec (Saint Pierre, Isla Reunión 1958) habla con entusiasmo de los cuentos de Borges y sus custodios echan discretos vistazos a los edificios cercanos en busca de francotiradores. Parece una escena de una mala película , pero es solo una más en una sucesión de malentendidos que han rodeado la publicación de Sumisión (Anagrama). En la actualidad Houellebec es tan importante en su país que el primer ministro habla de su nuevo libro como si fuera un asunto de Estado. Se lo compara con El Suicidio francés, de Éric Zemmour, o El gran reeemplazo, de  Renaud Camus, best sellers estridentes que machacan dos ideas obsesivas: el Occidente judeocristiano está en retirada, los bárbaros musulmanes se aprestan a tomar el poder. No se trata de negar la dimensión social de Sumisión, que pinta una Francia al borde de la guerra civil. En esta fábula política el conflicto se resuelve con el triunfo electoral de Mohammed Ben Abbes, candidato de la imaginaria Fraternidad Musulmana, y la conversión de Francia en Estado islámico, pero el libro está lejos de presentar el hecho como un desastre. Al contrario para el protagonista, solitario profesor experto en el escritor decadente Joris-Karl Huysmans, lo urgente es encontarar una fe. "¿Cuánto tiempo puede una sociedad subsistir sin una religión cualquiera?", se leía ya en "Las partículas elementales" (1998). Ahora el adjetivo cualquiera resulta sugerente: si ya no es posible ser cristiano, ¿por qué no abrazar otra religión más vigorosa?....
Gonzalo Garcés. El País Babelia 25-04-15

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