domingo, 3 de mayo de 2015

Un cortejo valleinclanesco

Ruta literaria por la ría de Arousa. El servicio de Formación del profesorado de Galicia nos convocó a participar en una actividad sobre Valle Inclán y Ramón Cabanillas, dos escritores que comparten el escenario de la Ría de Arousa. Confieso que no había abierto el correo con la comunicación ya que hace tiempo que no participo en estas ofertas. Una colega me propuso que la acompañase, hoy se lo agradezco porque me regaló un día muy agradable a pesar de las inclemencias del tiempo. Pensé además que sería la ocasión de un artículo . Así, el día anterior al viaje, empecé con un título abierto: Algunas sendas de escritores. Así lo empecé pero ya han visto lo que ocurrió, que me desvié y me fui por otras sendas...Está empezando a pasarme algo de lo que hablan con frecuencia escritores hechos y derechos, no como yo una aficionada, que el texto manda. Sí, no es la primera vez que me dejo llevar y cuando ocurre, la escritura fluye en libertad. Al regreso de la ruta vi que el artículo estaba prácticamente cerrado por lo que guardé mis impresiones que se fueron enriqueciendo a lo largo de la semana.
 El día amaneció mejor de lo que habían pronosticado, amenazaba lluvia pero se abrían claros y hasta alguna raiola de sol iluminó el festín de verdes y amarillos retama del paisaje hasta que dejamos la autopista y entramos en el Salnés,  un manto de viñedos de albariño, con sus  cepas elevadas tan perfectamente en línea (¿quién recuerda aquellos cultivos de cepas y hojas enzarzadas, una verdadera maraña, de mi niñez?) ante esta especie de contemporáneos jardines a la francesa, un  verdadero ejercicio de geometría si se comparan con los de antaño; estas vides alzadas son hoy, la mayoría, los llamados de espaldera aunque se mantienen los emparrados de mi infancia, ambas modalidades sostenidas por pilotes de granito. Se ven también en el norte de Portugal y según me han dicho en los Vosgos franceses. Enseguida desembocamos en el puerto de Vilanova, lugar de infancia y juventud de Valle-Inclán, nuestro punto de encuentro. Allí empezaron las sorpresas: el número de participantes mucho mayor de lo que esperaba, alrededor de 100, una presencia masculina notable, la enseñanza está tan feminizada que nos hemos acostumbrado a convivir sobre todo entre mujeres, un ambiente festivo de reencuentro entre antiguos colegas, en fin el día en gris prometía. Zarpó el barco repleto, la alegría continuaba mientras el barco se alejaba de la costa hacia la isla, la que da nombre a la ría y que menciona don Juan de Montenegro  en Romance de Lobos, la mayor y única poblada. A medida que nos alejábamos de la costa, las risas y el murmullo de voces descendieron, muchos salieron a cubierta, "mar picada" anunció la amable pasajera que tenía enfrente, vecina de Vilanova, encargada del Museo Valle-Inclán de la villa. Decidí salir a cubierta en busca de aire, los rostros pálidos, algunos tirando a amarillo, abundaban, bastantes agarrados a las barandillas y mirando inmóviles al mar; en pocas palabras, salvo los prevenidos que se tomaron algo antes, mareo general con todos sus efectos colaterales. Sentí un cierto malestar que no me impidió seguir las indicaciones que llegaban sobre las islas e islotes que vigilan la ría . El barco pasó delante de A Pobra do Caramiñal, donde se instalará Valle-Inclán en su retorno a Galicia, pero no se detuvo, volvió al centro de la ría y de alli de nuevo a puerto en Vilanova para alivio de los pasajeros. Dos gaitas y varios tambores, bajo un inicio de lluvia, abrieron una comitiva profesoral que inició el recorrido por los lugares del escritor:
 O Cuadrante, actual Museo Valle-Inclán, la casa de sus abuelos maternos que algunos sitúan como el lugar de su nacimiento. Su jardín (en la foto) es evocado por el autor en su único libro de cuentos Jardín Umbrío. A Casa do Cantilo, la casa natal cuyo nombre procede de los apellidos de la tatarabuela de Valle, nombre que el introduce en su obra en la novela Los cruzados de la Causa. La Iglesia de A Pastoriza donde fue bautizado el 28 de octubre de 1866. O Pazo da Rúa Nova, a las afueras de la villa y al que nos desplazamos en autobús, donde vivieron sus abuelos paternos. Es posible que el ascenso y la posterior caída de este pazo haya contribuído a configurar  uno de los ejes de su dramática teatral: la decadencia de la hidalguía de los pazos: Romance de Lobos, Comedias Bárbaras
 El recorrido de la mañana se cerró con la subida al Monte Lobeira que también aparece en la obra de Valle en una crónica de viaje de 1891, uno de los miradores sobre la ría. Dada mi poca afición a las alturas preferí esperar al grupo arrimada a un peñasco en el primer tramo del camino; allí se me unió una de mis colegas  todavía no repuesta del todo de los avatares de la travesía. La comida, ya en Cambados, nos devolvió la alegría, caldo gallego, pescado fresquísimo y una copa de albariño recompusieron cuerpos y rostros, de nuevo sonrosados y sonrientes, dispuestas a continuar el programa de la tarde, Cambados y Cabanillas, pero..... la lluvia cubrió sin piedad, como una pesada cortina, la villa y aunque seguimos al grupo por las calles casi inundadas, tres de nuestro subgrupo, Instituto Eduardo Pondal, decidimos abandonar, valiéndonos del argumento de mi edad, ser mayor tiene sus ventajas en ocasiones como ésta. Otro día les hablaré de don Ramón Cabanillas y su vinculación con la ría. También queda en el aire una promesa de escritura: Valle-Inclán condecorado por la República Francesa por su papel en los inicios de la Gran Guerra, la del 14, la Primera.
Llegué a casa contenta y chorreando, por fuera y también por dentro.... pensando en este reino de la lluvia que es Galicia,  recordé a Jean Rouaud y sus Champs d'honneur/Campos de honor , premio Goncourt en 1990, una novela, que transcurre en la Loire-Atlantique, sostenida por tres pilares: la lluvia, la memoria familiar y la Gran Guerra del 14.
Cuando el lunes, comentando con mi colega de departamento, Elia Vivero, la aventura del sábado, le describí el inicio de la comitiva de profesores, recién abandonado el barco, un tanto desmadejados, algo ausentes, tras hora y media de travesía, a los sones de gaitas y tambores apuntó con su agudeza habitual: "un cortejo valleinclanesco, sin duda... " 
Carmen Glez Teixeira

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