domingo, 24 de mayo de 2015

La obra de nuestra vida

Tomo esta vez prestado el título de la columna de opinión firmada por Arcadi Espada en El Mundo,  2 de marzo de 2015. Con una ligera variante: él la titula la obra de su vida ya que se refiere a una gran mayoría de padres entre los que no se incluye. Por mi parte prefiero  la obra de nuestra vida porque sí que me reconozco formando parte del grupo de padres que así miramos o hemos mirado a nuestros hijos durante años,  de ahí el cambio del posesivo su por nuestra. ¿La obra de nuestra vida? El resultado de la entrega, desvelos, trabajos y sobre todo   amor, nuestra obra, la suma de logros, aciertos pero también sorpresas, extrañamientos con la consiguiente carga de sentimientos contradictorios. Esa mezcla de orgullo, satisfacción pero también de desconcierto, culpa, en algunos momentos, que creo que muchos padres sentimos ante ellos. No me refiero ahora a sus éxitos o fracasos profesionales ya que, en situaciones normales, probablemente la influencia de los padres, en ese terreno, se ve más, sino a su modo de encarar la vida, sus valores, su talante donde la distancia con lo aprendido de los padres puede ser mucho mayor. Y nos ocurre a padres que no consideramos a los hijos de nuestra propiedad, que tratamos de ser poco posesivos aunque hayamos necesitado tiempo para asumir que tienen todo el derecho del mundo a ser distintos de nosotros, a tener otros gustos, otros intereses, a vivir la vida que han escogido. Lo que no significa que no disfrutemos con sus alegrías, nos inquietemos cuando sufren. Se por mi experiencia de hija que el amor de una mayoría de padres es incondicional, que siempre estaremos ahí cuando nos necesiten y que la mejor receta es la vieja fórmula válida para todos los amores: dar mucho y esperar poco. 

Arcadi Espada titula su columna la obra de su vida para presentar el libro No hay dos iguales. Individualidad humana y naturaleza humana de Judith Rich Harris, (Editorial Funambulista, 2015). Si A. Espada no se incluye en el su con el que denomina a los padres en general es porque conoce el libro anterior de la autora El mito de la educación, "uno de los libros más importantes que he leído y que más bien me ha hecho". Un libro que causó un gran revuelo en el mundo de la psicología ya que tiró por tierra la tesis de que la educación de los padres es la que moldea la personalidad de los niños. Según la autora son la biología  y la influencia del grupo los que deciden. No el grupo familiar sino el de sus iguales, los otros niños con los que se relacionan por lo que la educación, entendida como la obra de nuestra vida, es irrelevante en la formación de la personalidad. "Una conclusión difícil de asumir pero que alivia la frustración de tantos padres que observan como sus esfuerzos educacionales dan como resultado unos hijos imprevistos." (A.E.) 


En No hay dos iguales Harris se reafirma en su tesis partiendo del estudio de hermanos gemelos, educados en el mismo hogar  y que comparten los mismos genes pero que difieren en su personalidad y en su comportamiento. Su libro es un riguroso estudio muy minucioso para llegar a la conclusión que apuntaba en el primer tratado: la personalidad se decide, además de por la carga genética, por la conducta social, determinada por varias tendencias: la tendencia a adquirir una lengua es lo que hace a los humanos aptos para la sociedad, tendencia que va acompañada por otras tres: su tendencia a establecer y conservar relaciones, su tendencia a ajustar su comportamiento a las normas y costumbres de su sociedad, su tendencia a competir con otros miembros de su sociedad y, si es posible, a superarlos de alguna manera.
Arcadi Espada firma el postfacio del libro y en él apunta  un cambio decisivo que se ha producido en el ámbito de la socialización de los niños . Hasta hace una década la escuela y el barrio eran los escenarios de la formación del grupo, hoy ese lugar se llama Facebook, " un grupo donde rige la afinidad electiva" lo que refuerza las tesis de Rich Harris sobre la escasa capacidad de influencia cultural de los padres sobre los hijos."
Escuchemos ahora una tercera voz, la del editor y traductor de No hay dos iguales, Max Lacruz que como el mismo dice no ha podido evitar preguntarse cuánto de cierto siente que puede haber de cierto en las tesis harrisianas: "¿Es la educación de los padres a sus hijos un mero mito, "humano, demasiado humano," pero no por ello menos mito?" "¿Tan poco pesamos en verdad los padres en nuestros hijos, cuando creemos que los estamos educando?"... La autora que no duda del efecto positivo de un mayor afecto maternal, por su parte, también se pregunta:"¿Cómo es que los programas de intervención que incrementan el afecto maternal no hacen que los hijos se comporten mejor en la escuela?" El propio Arcadi  que acepta con más entusiasmo las tesis de Harris habla de la dificultad de asumirlas. Dificultad que junto a la liberación de la culpa paternal  lleva asociada  una gran ventaja: "no impide que los padres sigan comportándose como si esa influencia existiera". No impide que sigamos cuidándolos con el mismo amor.
Les dejo con estas voces cruzadas  a las que pronto se unirá la mía sobre el papel de los padres en  uno de los espacios de socialización, la escuela de hoy, una experiencia que vivo cada día.

Carmen Glez. Teixeira  

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