viernes, 22 de enero de 2016

Andrés Marín, mutación en Nimes

El bailaor presenta Carta blanca, un espectáculo en el que su cuerpo experimenta sucesivas metamorfosis... "Carta blanca, en principio, fue un encargo que me hizo el Museo Picasso de París. Posteriormente ha ido transformándose y adquiriendo diferentes texturas hasta alcanzar otra magnitud. En cualquier caso, se trata de un ámbito sin fronteras que me permite circular libremente por mi universo, por mi imaginario, sin ataduras. Es un espacio dinámico, siempre en actividad", expresa a El Cultural el bailaor sevillano Andrés Marín, un artista habitual en el Festival de Nimes, el más notable acontecimiento flamenco fuera de nuestro país, que este año cumple su vigésima sexta edición y que se celebra del 15 al 23 de enero. La programación, como ocurre desde sus comienzos, es atípica, sorpresiva, al margen de lugares comunes y, por supuesto, no supeditada a la novedad del momento ni a las estrategias de la moda. Como dice Patrick Bellito, adjunto a la dirección del Teatro de Nimes para temas flamencos y consejero artístico de flamenco en el festival, éste"se diseña estimulado por la pasión, el amor y la empatía con los artistas, que, contando con todos los medios y facilidades para desarrollar su capacidad creativa, se sienten en Nimes, como en su propia casa". El Ballet Flamenco de Andalucía, dirigido por la bailaora y coreógrafa Rafaela Carrasco, abrió el ciclo con el espectáculo En la memoria del cante: 1922, inspirado en el famoso concurso que tuvo lugar en Granada, impulsado por Manuel de Falla y Federico García Lorca, para dar paso a la propuesta Bach Flamenco, de la bailaora Verónica Vallecillo y continuar con Dinastía de la casa de los Sordera, para, después del concierto de Miguel Tena, llegar a Carta blanca, "una historia sin argumento, en la que por medio de mis aportaciones coreográficas y escénicas y de mis sugerencias rítmicas y visuales, cada espectador tiene la opción de llevar a cabo su propia lectura. No impongo nada, ya que el ser humano es imaginativo por naturaleza. Siempre dejo zonas abiertas porque el flamenco es un arte vivo, no una pieza estática, de museo. Cuando todo queda tan pulido, tan pulcro, pierde esa espontaneidad orgánica que lo diferencia de otro tipo de danza", opina Andrés Marín de su obra....
José María Velázquez-Gaztelu.El Cultural, 15-1-2016

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