domingo, 3 de enero de 2016

Paris, tras los pasos de Edith Piaf, 2

Edith Piaf y Jean Cocteau
Se produce un giro en su vida cuando la descubre Louis Leplée, dueño del Cabaret Gemy's de la rue Pierre Charron, en las inmedaciones de los muy elegantes Champs-Elysées. Así sube por primera vez a un escenario con el nombre de La môme Piaf (la niña gorrión). Su triunfo es inmediato y poco después, en el escenario de L'ABC , el music hall más prestigioso de la época adpopta el nombre definitivo d'Edith Piaf. La delicadeza e intensidad de esa muchacha con aspecto de pajarillo que no alcanzaba metro y medio de estatura conmocionó París. En su voz los temas y la canción popular se hacen gran literatura, convirtiéndose a la vez en estrella de un precoz pop de la época y en musa de la intelectualidad. Con letristas que darán una nueva dimensión a su música, como el gran poeta Jacques Prevert, su repertorio se amplia con canciones como Las hojas muertas, uno de los éxitos de Piaf más reproducidos por otros cantantes, desde Yves Montand a Eric Clapton. A las castañeras, a los niños de la calle, a los artesanos y a los ladronzuelos...A todos los personajes de barrio, al Quartier Latin, al Café Dòme, a las Tullerías, a la Place Vendôme; a los estanques de gansos y a los árboles al borde del Sena. A todos dedica su canción París.Mon Grand París, al que Edith cantaba y salía al encuentro como al de un amante....Edith Piaf se colocó con la intensidad de sus interpretaciones y unas letras que sonoban como la mejor literatura, en el centro mismo de la escena parisina. Corrían los años de mayor esplendor de la cultura francesa y ella se codeaba con nombres Louis Aragon, Josephine Baker, JeanPaul Sarte, Albert Camus, Simoe de Beauvoir... Escritores, directores y actores colosales, y también muchos amantes: Yves Montand, Georges Moustaki, Charles Aznavour, pero también el boxeador Marcel Cerdan, el gran amor de su vida; Jacques Pills, que fue su primer marido; o Théo Sarapo, el segundo, con el se casó un año antes de su muerte y que se convirtió en su heredero. 47 años de vida le bastaron para convertirse e inmortal y para cosechar el aplauso de muchos amigos entre los que se contaban Alain Delon, Paul Newman, Georges Brassens, Duke Ellington, Jean-Paul Belmondo o Jean Cocteau, con el que tejió una profunda amistad a la que pondría fin la muerte de ambos con 24 horas de diferencia. Su vida comenzó a apagarse en 1960, cuando cae desmayada en plena actuación en Nueva York pero Piaf proclamaba que prefería morir a dejar de cantar y en contra de las indicaciones de su médico regresó a escena en 1961 para reflotar el Teatro Olympia de París con un concierto legendario en el que presentó Je ne regrette rien, una canción que hace referencia a su pasado de alcohol, amantes y morfina. El gran atractivo que ejerció para tantos hombres así como la pervivencia de su música dan cuenta de un magnetismo, que trancendía a la imagen de esa chica feúcha, vestida eternamente de negro. Ese atuendo perenne que, después de la imitarán o adoptaran las divas del existencialismo y se convertirá en una pieza icónica: la petite robe noire,una prenda obligada en el armario de toda parisina, vinculada a la imagen imperecedera de la artista inolvidable e irrepetible....
Pepa Roma. Mujer hoy, 22 de agosto de 2015

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