Se produce un giro en su vida cuando la descubre Louis Leplée, dueño del Cabaret Gemy's de la rue Pierre Charron, en las inmedaciones de los muy elegantes Champs-Elysées. Así sube por primera vez a un escenario con el nombre de La môme Piaf (la niña gorrión). Su triunfo es inmediato y poco después, en el escenario de L'ABC , el music hall más prestigioso de la época adpopta el nombre definitivo d'Edith Piaf. La delicadeza e intensidad de esa muchacha con aspecto de pajarillo que no alcanzaba metro y medio de estatura conmocionó París. En su voz los temas y la canción popular se hacen gran literatura, convirtiéndose a la vez en estrella de un precoz pop de la época y en musa de la intelectualidad. Con letristas que darán una nueva dimensión a su música, como el gran poeta Jacques Prevert, su repertorio se amplia con canciones como Las hojas muertas, uno de los éxitos de Piaf más reproducidos por otros cantantes, desde Yves Montand a Eric Clapton. A las castañeras, a los niños de la calle, a los artesanos y a los ladronzuelos...A todos los personajes de barrio, al Quartier Latin, al Café Dòme, a las Tullerías, a la Place Vendôme; a los estanques de gansos y a los árboles al borde del Sena. A todos dedica su canción París.Mon Grand París, al que Edith cantaba y salía al encuentro como al de un amante....Edith Piaf se colocó con la intensidad de sus interpretaciones y unas letras que sonoban como la mejor literatura, en el centro mismo de la escena parisina. Corrían los años de mayor esplendor de la cultura francesa y ella se codeaba con nombres Louis Aragon, Josephine Baker, JeanPaul Sarte, Albert Camus, Simoe de Beauvoir... Escritores, directores y actores colosales, y también muchos amantes: Yves Montand, Georges Moustaki, Charles Aznavour, pero también el boxeador Marcel Cerdan, el gran amor de su vida; Jacques Pills, que fue su primer marido; o Théo Sarapo, el segundo, con el se casó un año antes de su muerte y que se convirtió en su heredero. 47 años de vida le bastaron para convertirse e inmortal y para cosechar el aplauso de muchos amigos entre los que se contaban Alain Delon, Paul Newman, Georges Brassens, Duke Ellington, Jean-Paul Belmondo o Jean Cocteau, con el que tejió una profunda amistad a la que pondría fin la muerte de ambos con 24 horas de diferencia. Su vida comenzó a apagarse en 1960, cuando cae desmayada en plena actuación en Nueva York pero Piaf proclamaba que prefería morir a dejar de cantar y en contra de las indicaciones de su médico regresó a escena en 1961 para reflotar el Teatro Olympia de París con un concierto legendario en el que presentó Je ne regrette rien, una canción que hace referencia a su pasado de alcohol, amantes y morfina. El gran atractivo que ejerció para tantos hombres así como la pervivencia de su música dan cuenta de un magnetismo, que trancendía a la imagen de esa chica feúcha, vestida eternamente de negro. Ese atuendo perenne que, después de la imitarán o adoptaran las divas del existencialismo y se convertirá en una pieza icónica: la petite robe noire,una prenda obligada en el armario de toda parisina, vinculada a la imagen imperecedera de la artista inolvidable e irrepetible.... Pepa Roma. Mujer hoy, 22 de agosto de 2015
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