Willian Christie, el más afrancesado de los músicos estadounienses ha vuelto a recalar en Madrid, en los Teatros del Canal, con música de aquel joli petit italien que había solicitado Mademoiselle de Montpensier al Chevalier de Guise y que dejó su país natal para hacer de París su hogar. En apenas 15 años pasó de ser chico de la cocina de la Grande Mademoiselle a ocupar el más alto cargo musical en la corte de le Grand Monarque, el musical y dicharachero Louis XIV: nada menos que Compositeur et Surintendant de la Musique de la Chambre du Roi. El pequeño Giovanni Battista Lulli se había transformadoe en l'incomparable Lully. Al contrario que Le bourgeois gentilhomme, este Monsieur de Pourceaugnac raramente se interpreta, aunque ahora ha quedado patente que esta otra comédie-ballet de la legendaria pareja formada por les deux Baptiste (Molière y Lully) es notablemente inferior tanto en calidad e ingenio literario como en valores musicales. Quizá por ello Christie ha optado por un enfoque modernizador y casi divulgativo, todo se ha remozado, incluso algunos instrumentos como las rechiflas que producen los flautistas, transformando aquel espectáculo cortesano que ofreció Louis XIV en su castillo de Chambord en 1669 en una moderna farsa. El texto se respeta casi en su integridad, aunque se han incluido licencias para hacerlo supuestamente más gracioso y actual, como la tranformación de un personaje flamenco, de Flandes, en el original en un sevillano aflamencado. El delicado humor de Molière se tiñe a veces de un barniz chusco y demasiado primario: todo lo que en Atys fue equilibrio, calma y contención, se torna aquí exceso, premura y frenesí... Ausentes los ballets, recortados los escasos números musicales, el reparto está dominado por los actores, entre los que destacaron la Nérine de Clémence Boué y el personaje protagonista, interpretado con la comicidad justa y sutiles matices tragicómicos por Gilles Privat. Fue muy decepcionante, en cambio, la prestación del pequeño grupo instrumental, con dos violinistas raramente conjuntadas, una percusión altisonante y un clave que sonó incluso amplificado. Menos mal que el joven pero ya muy experimentado Thomas Dunford supo destilar con su tiorba esencias auténticamente barrocas: sus detalles musicales fueron con mucho lo mejor de la noche....
Luis Gago. Sábado, 23 de enero de 2016.
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