jueves, 30 de abril de 2020

Antoine Gallimard: No creo que el mundo vaya a cambiar

 Es indispensable. Deben abrir,  con la seguridad necesaria, claro está...
 El catálogo autores que su abuelo, su padre y él mismo han publicado es un canon de la literatura francesa y mundial. Proust, Celine, Camus y Sartre, Yourcenar y Modiano... La lista cuenta con decenas de premios Nobel (entre los más recientes el propio Modiano, Le Clézio y Peter Handke). Colecciones como La Blanca, La Pléiade o Folio forman parte del paisaje vital y cultural de cualquier lector en francés y son también un compendio de las letras universales. Antoine Gallimard (París, 73 años) hijo de Claude y nieto del fundador, Gaston, es el presidente de la editorial Gallimard y del grupo Madrigall, que incluye sellos como Flammarion, P.O.L o Casterman, además de varias librerías. Desde su confinamiento en Normandía, Gallimard analiza los efectos en el sector del libro de la crisis del coronavirus.  

P.- Nada será igual, se dice. ¿Coincide?
R,- Desconfío de esta visión, es demasiado finalista. Siempre se dice, y vuelven los mismos comportamientos. Es verdad que, después de la Segunda Guerra Mundial, hubo fiestas y ganas de consumir, pero no por ello el hombre se volvió bueno. No creo que el mundo vaya a cambiar, sería demasiado bello.
P.- ¿Qué teme?
R,- El eslabón débil de la cadena del libro son las librerías y las pequeñas editoriales . Son la expresión de nuestra diversidad , de nuestra riqueza. Veo un riesgo de concentración y la desaparición de los más débiles más que un cambio de comportamientos.
P.-¿Teme por la supervivencia  de estos "eslabones débiles"?
R.- Sí, el riesgo es real. Las librerías están cerradas ahora. En Francia, los editores hemos aceptado aplazar las fechas de pago, todo se postergará dos meses. Felizmente , se han movilizado cinco millones de euros por medio del Centro Nacional del Libro: es un dispositivo serio, aunque aún insuficiente para mí. Si no se hace un esfuerzo serio de solidaridad con estos libreros, se les amontonarán las facturas . Y, si no pueden pagar, toda la cadena se derrapará.
P.- ¿Qué ocurriría entonces?
R.- Mire la FNAC, nuestro primer cliente. Por suerte ha obtenido un préstamo de 500 millones de euros (garantizado por el Estado en un 70%). Si la FNAC no pudiese pagar, imagínese las dificultades con las que nos encontraríamos nosotros, que ya hemos gastado en costes de fabricación y en adelantos para los autores. Si las librerías no pudiesen pagar, podrían cerrar , y detrás vendrían muchos editores, autores, impresores... En Francia, el conjunto del sector emplea a unas 50.000 personas.
P.- ¿Deben abrir las librerías el 11 de mayo, el día del inicio del desconfinamiento?
R.- Una ciudad sin librerías es extramadamente triste. Para mí una vida sin librerías es como un día sin haber tomado un café y haber charlado con un amigo. Es indispensable. Deben abrir, con la seguridad necesaria, claro está...

Marc Bassets. El País Semanal.  París, 28 de abril de 2020 

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