domingo, 26 de abril de 2020

Ventanas

Varios son los lugares que han cobrado una especial importancia en estas semanas en  las que el coronavirus se ha apoderado de una gran parte del planeta. Hospitales, residencias de mayores, morgues, instaladas en edificios en desuso, son los escenarios donde se desarrolla la tragedia. En primera línea de batalla, los héroes: ese vanguardia de sanitarios que cuidan a los infectados, que se apiadan de los muertos. Los que se fueron sin que sus familias pudiesen despedirse de ellos, sin abrazarlos, sin ni siquiera verlos. La vida no se detiene y  el mismo día en que empezó nuestro encierro a las ocho de la tarde salieron los madrileños a aplaudir en los balcones para agradecer a los médicos y a todo el personal sanitario su saber, su esfuerzo, su entrega que algunos han pagado con sus vidas. No, el mundo no se detiene y el silencio de las calles, roto por los aplausos pronto se transformó en una explosión de alegría. Salieron los italianos entonando  su bel canto en un balcón y su eco se escuchó  hasta el último rincón tomado por el coronavirus. Cada país adoptó una canción y la transformo en himno: Resistiré en España, en Francia La tendresse, uniendo a los ciudadanos con sus próximos, sus vecinos hasta ahora la mayoría desconocidos. Los edificios, las calles, las plazas y las azoteas emanan fraternidad, ese necesidad pocas veces reconocida de sentirse formando parte de un todo,  un afán, un anhelo de solidaridad. Los aplausos, la música, las risas dejan en la brisa de la noche un rumor que parece decir: "cuenta conmigo si lo necesitas".
Estamos confinados sí, encerrados, pero tenemos las ventanas. Incluso los que viven en espacios pequeños de una sola ventana. ¿Se han parado alguna vez a pensar de cuántas otras ventanas disponemos? Empecemos por la más pequeñita de todas, que casi todos miramos cuando nos despertamos, la pantalla de nuestro tf móvil. ¿Han hecho un recuento de todo lo que entra desde el alba  por esa ventanita? El afecto de la familia y de los amigos que están lejos, noticias, cultura a raudales: música, libros, arte y también risas, el humor que nunca falte. Por no hablar de todos los milagros de la tecnología, pasemos a esa otra ventana, a la más grande que, irrumpiendo en el salón, no para de informar sobre la evolución de la crisis, mañana, mediodía, tarde y noche con su comisión de expertos  y de políticos que gustan de largos discursos los que o bien nos duermen o nos atontan con un mar de  cifras y recomendaciones, pero hasta hoy pocos datos concretos. La misma ventana que, un poco después, nos hace olvidar este encierro con su oferta de películas, para los que no tengan sueño.

Y por supuesto, nuestra ventana.  Haya muchas o pocas en nuestra casa, todos hemos elegido un punto de mira, todos tenemos nuestra torre vigía desde donde añoramos la libertad perdida. En el año 1998, durante un intercambio de puesto a puesto entre profesores de francés de Galicia y profesores de español de la región Pays de la Loire, estuve en Nantes tres semanas. Me acogió una familia de  bourgeois-bohemiens, "bobos", en español, más o menos, "gente bien al mismo tiempo bohemia" de alto nivel cultural. Ella, profesora de francés en el instituto Talensac donde me destinaron a mí, era  ademas traductora de ruso y juez de niños. Su marido profesor de derecho en la Universidad, uno de los promotores de un manifiesto de juristas franceses pidiendo la extradición de Pinochet arrestado en  Londres. Vivían en el centro de la ciudad, en un palacete remodelado con un estilo desenfadado, en el que alternaban muebles antiguos con pinturas contemporáneas, algunas sin colgar, arrimadas a las paredes junto a libros esparcidos por el suelo en pequeños montones. En uno de esos montones encontré Immensités de Sylvie Germain (éditions Gallimard, col. Folio, 1993). El relato empieza así: un grupo de disidentes checos se reúnen clandestinamente  en torno a un profesor de literatura, reducido a barrendero de las calles de Praga. Cada uno supone un dios Lar que lo protege en una de las habitaciones de su casa: uno lo sitúa en la cocina, otro en el balcón, un tercero en el desván y el ultimo  en la bodega- El profesor  coloca a su dios en les toilettes/el váter que se convierte en el lugar de lectura, de meditación y de dudas... Pues bien, mi lugar en esta casa,  donde me siento protegida, es la cocina. Mi ventana por donde miro al mundo, una de las dos que tiene. La que mira al jardín de delante, la que da a la calle. Tengo una amplia mesa de trabajo, con algunos libros, dos ordenadores y varias libretas. Es la mesa donde escribo  al tiempo que cocino, alternando  cuerpo y espíritu como el profesor checo pero en un sitio bien distinto. Antes del confinamiento pasaban coches por las mañanas, gente poca, estos días ninguna, salvo un chico con su perro. Veo el ritmo de la estaciones en el jardín. El ritmo de los días lo marcan el repartidor de periódicos, el panadero, el cartero. Alguna vez el jardinero. Ahora los únicos coches que veo son los de reparto. El silencio y la calma  envuelven este lugar retirado, lejos del mundanal ruido.
Mona Chollet en un articulo reciente: No es lo mismo no salir que estar confinado en casa (El País, 21 de marzo de 2020) formula esta pregunta. "¿Para qué puede servir  este período de aislamiento personal y político?"Hace seis años publicó En casa, un alegato en favor de los hogareños, ahora insiste en que no es lo mismo elegir no salir que no poder hacerlo. Antes del confinamiento cuando se sentaba a leer junto a su ventana, el bullicio de la calle contribuía a su felicidad. "En cambio hoy, el mundo exterior nos envía vibraciones mucho menos alegres".  ella nos sugiere que cuando cerremos la puerta de nuestra casa, abramos otra hasta lo más profundo de uno mismo. Que nos pongamos a una cierta distancia de las ventanas.  Aunque no sea fácil, aunque nos de miedo. Es la ocasión de dar un vuelco a nuestro ser. Escribir, leer, soñar, ordenar son actividades que ayudan a ello. Que reunamos todos esos tesoros que tanto nos ayudaran cuando volvamos a pisar las calles de la ciudad.
Hoy se abren las puertas del confinamiento para los niños. Mi nieta que acaba de cumplir un año lleva semanas ensayando sus primeros pasos aunque este primer paseo no podrá ser en el Parque de Madrid-Río porque aún sigue cerrado.

Carmen Glez Teixeira

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