lunes, 27 de abril de 2020

En sociedad todos llevamos uniforme

Fotograma de Little Joe
El tiempo lo cambia todo, incluida la manera de interpretar una película. Cuando se estrenó en el último Festival de Cannes, del que se marchó con un premio a la mejor actriz, Little Joe fue entendida como una diatriba encubierta contra el dogma de la felicidad obligatoria, una parábola lacaniana sobre el amor maternofilial o una advertencia sobre los peligros que conlleva el deseo de controlar la naturaleza. Las lecturas fueron múltiples, como lo son sus subtextos, pero todas se referían a una alegoría más o menos inscrita en la ciencia ficción. Revisar en el cataclismo actual este cuento de horror botánico, protagonizado por una planta sintética creada a partir de un virus mutante con efectos patógenos en el organismo humano -salvo si todo es fruto de una alucinación colectiva-, dota a la película de un insospechado realismo. No sólo porque sus intérpretes luzcan mascarillas y se laven las manos a conciencia, sino también por describir un mundo dominado por un sentimiento tan desagradable como la incertidumbre.
"Tan pronto como llega una crisis surgen teorías de la conspiración y deja de estar claro qué es verdad y qué no. Es un sentimiento que está en el centro de mi película. Describo una situación para la que los científicos no tienen respuesta", responde Jessica Hausner (Viena, 1972). La directora austriaca es objeto de una retrospectiva en el D'A Film Festival, el certamen barcelonés de cine de autor que este año se celebra en versión digital a través de Filmin, donde arrancará el próximo jueves. La plataforma también estrenará en España Little Joe, que estará disponible durante dos días a partir del 3 de mayo.
Desde el debut con Lovely Rita (2000), retrato de una adolescente parricida que surgió en las postrimerías del Dogma 95 (y que ha envejecido bastante mal, como casi todo lo que hicieron sus hijos no deseados) la trayectoria de Hausner ha dibujado una línea ascendente en enjundia y vigor narrativo. Pero también fluctuante, incapaz de ceñirse a un único registro o de obedecer a las reglas de un solo género...
El cine sin mácula de Hausner puede parecer una obra de una mente gélida. "No creo que mis películas sean frías. Al revés, están guiadas por el anhelo y el impulso emocional de transmitir un pensamiento", desestima Hausner, sin despejar del todo la duda. La directora observa al microscopio la norma social y describe a personajes que obedecen a lo que se espera de ellos, hasta que algo los obliga a revisar sus certezas. "Es el tema que me obsesiona: cómo cada ser humano trata de cumplir su papel dentro de la sociedad. Por eso mis personajes suelen vestir uniformes. En sociedad todos llevamos uniforme, todos tenemos un rol al que amoldarnos. ¿En qué puede convertirse un individuo cuando se ve obligado a adaptarse a ese papel?. No es casualidad que todas sus protagonistas sean mujeres: el margen para inventarse a sí mismas es todavía más estrecho.
Durante el confinamiento, su vida no ha cambiado demasiado. Sigue yendo al despacho de la productora que fundó a los veintipocos, donde trabaja en su próximo proyecto, Club Zero, otra fábula retorcida sobre una profesora de nutrición y sus alumnos que e inspirará en El flautista de Hamelín. "Lo que más me interesa de lo que estamos viviendo es lo que el miedo hace a las personas."... 

Álex Vicente. Babelia. El País, 25 de abril de 2020

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