jueves, 17 de diciembre de 2020

Hombres justos

Ivan Jablonka

 Ivan Jablonka (París, 1973) es un macho beta. "Desde que era pequeño me sentí incómodo con el modelo virilidad obligatorio", relata en el comedor de su domicilio en París, en la octava planta de una torre vetusta en el barrio de Belleville. "Me gustaban cosas de chicas: los dibujos animados de niñas, la poesía, las confidencias. A los 16 o 17 años, empecé a recibir insultos homófobos, pese a creerme más bien heterosexual", afirma el historiador y sociólogo francés, con su esposa y sus tres hijas en la habitación contigua. A finales de 2017, el acontecimiento del Me Too fue el cataclismo feliz que intensificó las epifanías de orden privado que él había experimentado en las últimas décadas. "Una serie de evoluciones afectivas e intelectuales me hicieron tomar conciencia de algo para lo que no tenía palabras: que existían mil maneras de ser un hombre", añade.

El resultado de esta reflexión es Hombres justos (Anagrama/ Libros del Zorzal), un ensayo sobre la historia de la dominación patriarcal en el que propone reinventar la noción de hombría "para reconciliarla con los derechos de las mujeres y la ambición democrática de nuestra sociedad", afirma el autor, que saluda la reciente multiplicación de ensayos sobre la llamada nueva masculinidad, opuesta al ideal de virilidad, fortaleza y temple que ha imperado durante siglos. Teorizado en círculos universitarios anglosajones desde los ochenta, este contramodelo protagoniza un sinfín de ensayos a la luz del caso Weinstein y sus corolarios, siempre bajo sospecha de cierto oportunismo. 

En el caso de Jablonka, sin embargo, la reflexión viene de lejos. El origen de este nuevo ensayo se encuentra en Laëtitia o el fin de los hombres, la exitosa crónica del asesinato y descuartizamiento de una adolescente de 18 años que tuvo lugar en 2011.

En la páginas del libro, Jablonka lo describía como un estudio sobre "el espectro de las masculinidades descarriadas del siglo XXI, tiranías de machos, paternidades reformadas, el patriarcado que no termina de morir". Era un volumen sobre "las corrupciones viriles" que le hizo sentir, por primera vez, vergüenza de su propio género. "El subtítulo del libro lo dejaba claro: fue un primer intento de reflexión sobre lo masculino, sobre una masculinidad patológica y perversa. Ante ese modelo criminal, ¿qué podemos hacer? Quise darle una continuación más positiva y luminosa", afirma el autor, que opina que la supuesta crisis de la masculinidad es una suerte, porque permitirá "quebrar el monolito y refundar un modelo caduco". "Una vez diagnosticado el fin de los hombres, podemos hacerlos renacer con rasgos de hombres justos. Todavía no hay que tirar a los hombres a la basura. Hay esperanza para el cambio".

"Necesitamos utopías  en este mundo triste, realista. Los grandes cambios del siglo pasado surgieron de utopías. Los del siglo XXI como la lucha contra el cambio climático, la reforma del capitalismo y la justicia de género, también lo son". "Los hombres justos aún no existen, porque la estructura social nos encarcela. El patriarcado nos envenena a todos, a los hombres tanto como a las mujeres", añade el autor que, en su libro propone una "redistribución del género", similar a la que se realiza con la riqueza. Hombres justos también es tratado sobre la noción de "contramasculinidad", un contapoder que permita luchar contra la hipertofia de lo masculino. "La experiencia del hombre blanco heterosexual no es universal, no representa a la humanidad entera. El hombre debe colarse en el lugar que le pertenece y ceder espacio y poder a los demás"...

Álex Vicente. Babelia. El País, sábado 5 de diciembre de 2020. 

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