Paulline Harmange, bloguera francesa de 25 años publicó este verano un pequeño ensayo feminista, Hombres, los odio. Su editorial, la casi desconocida Monstrograph, solo publicó 450 ejemplares. Nadie pensó que sería un bestseller. Pero la obra se ha convertido rápidamente en un fenómeno literario retomado por una de las grandes editoriales francesas, Seuil, traducido a varios idiomas. Y todo por un malogrado intento de censura por parte de un responsable de Igualdad del Gobierno. Sin haber leído siquiera el contenido -le bastó con el título, como él mismo reconoció-, Ralph Zurmély, encargado de misión en una de las oficinas del Ministerio Delegado de Igualdad de Francia, amenazó a la editorial con medidas judiciales si no retiraba el libro, reveló el diario Mediapart, alegando que el ensayo era "una oda a la Misandría" y que la provocación al odio por el sexo es un delito penal".
Más allá de la anécdota censora, el libro que Paidós publica en español ha suscitado un vivo debate sobre la misandría que ha rebasado las fronteras galas. En su ensayo que abre con una cita de Sylvia Plath - "El problema es que odiaba la idea de servir a los hombres en todos los sentidos" ( La campana de cristal )-, Harmange defiende la misandría como "un sentimiento negativo hacia el género en su conjunto", pero totalmente alejado de la violencia asociada a menudo a su supuesto antónimo, la misoginia. Y la utiliza como una herramienta para buscar una "sororidad liberadora": "Creo que el odio a los hombres nos abre las puertas del amor hacia las mujeres (y hacia nosotras mismas) en todas sus formas posibles. Y que necesitamos este amor- esa sororidad- para liberarnos", escribe.
Casualmente, Hombres, los odio salió a la venta el mismo día que llegaba a las librería otro libro calificado de misándria, Le génie lesbien de la periodista, escritora y activista lesbiana Alice Coffin. Si el libro de Harmange fue víctima de un intento censor solo por su título, el de Coffin ha sido básicamente reducido a una frase sobre los hombres: "No basta con ayudarnos, tenemos que eliminarlos", sostiene la también concejala ecologista de París, aunque contextualiza su sentencia: "Eliminarlos de nuestro espíritu, de nuestras imágenes, de nuestras representaciones. Yo ya no leo libros de hombres, no veo sus películas, no escucho más su música (...) Las producciones de los hombres son la prolongación de un sistema, el arte es una extensión del imaginario masculino. Ya han infestado mi espíritu. Me preservo evitándolos", escribe (...)
Para Le Figaro, las tesis de Harmange suponen una "infantilización" de las mujeres. Y en la revista británica Spiked, un politólogo, Promise Frank Ejiofor, advirtió de que "odiar a los hombres no hace nada por la liberación de las mujeres" y que incluso "es malo para cualquier causa feminista porque no ve que el feminismo es propiedad solo de las mujeres", por lo que recomienda "no perder el tiempo en un sinsentido posmoderno como "Hombres, los odio".
Elisabeth Philippe, crítica literaria de L'Obs, recuerda que Harmange - o Coffin- no es la primera escritora misándrica de la historia. Ahí están Natalie Clifford y sus Pensamientos de una amazona, en la que habla del hombre como un enemigo (...)"¿Han puesto en peligro a los hombres?¿Han socavado el edifico patriarcal? no, la misoginia ha seguido prosperando en la sociedad y en la literatura...
Silvia Ayuso. París. El País, domingo 22 de noviembre de 2020.
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