lunes, 14 de diciembre de 2020

Una mujer radioactiva

Fotograma de Radioactive

Antes de ser directora, la iraní afincada en Francia Marjane Strapi fue dibujante y, de hecho, su exitosa ópera prima Persépolis, que ganó el Premio del Jurado en Cannes y llegó a ser candidata al Oscar a la Mejor Película de Animación, no era sino una adaptación de su propia novela gráfica homónima sobre los problemas de las mujeres de su país bajo el régimen de los ayatollah. Así que su perfil era el perfecto para llevar al cine Radioactive, el cómic de Lauren Redniss sobre una de las mujeres más célebres de la historia de la humanidad, Marie Curie.

La verdad es que, a priori, da algo de pereza enfrentarse al filme, porque poco se puede aportar a la archiconocida historia de Curie: su descubrimiento del radio y el polonio, sus dos premios Nobel (Física y Química), su apasionado amor con el también científico Pierre Curie, su escandalosa vida personal subsecuente a la muerte de éste y el hecho de haber sido la primera mujer  catedrática en La Sorbona han sido contados hasta la saciedad, sin ir más lejos en la plúmbea película francesa Marie Curie estrenada hace apenas tres años. ¿O si se puede?

Pues, visto lo visto, la respuesta es que sí. Se puede contar su historia con una estética innovadora, provocativa y barroca, que juega con los contrastes de colores, más propia del cómic que del cine: se puede plantear como un relato del empoderamiento femenino total dizque del siglo XXI antes que de principios del XX en el que la protagonista no se rinde ante nada ni ante nadie y es quien lleva la voz cantante en sus relaciones con los varones, incluso su marido, y sobre todo, se puede conseguir una composición redonda, rica, compleja y llena de matices como la que alcanza una extraordinaria Rosamund Pike, perfectamente caracterizada (ese pelo...), que vive el momento más brillante de su carrera (un inciso: si tienen oportunidad, no se pierdan El estado de la unión, la estupenda y muy sarcástica miniserie sobre la pareja en la que la dirige Stephen Frears).

Y también se puede echar un vistazo a las consecuencias tanto negativas como positivas, de los hallazgos radioactivos de Madame Curie, viajando, a través de varios flashforwards, hacia la Hiroshima devastada por la primera bomba atómica, hacia un hospital donde una niña combate contra el cáncer con la ayuda de la radioactividad o hacia las delirantes pruebas nucleares  que Estados Unidos desarrolló a principios de los años 60 , en plena Guerra Fría, en el desierto de Nevada. Estos vuelos pindáricos sirven, además, como necesarios contrapuntos de la narración principal, a la que ayudan a dividir en algo parecido a capítulos.

Alberto Luchini. Metrópoli. El Mundo, sábado 5 de diciembre de 2020.

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