En Francia todos son gaullistas. Una "unanimidad extraordinaria", como escribe Julian Jackson, autor de la biografía A Certain idea of France. The life of Charles De Gaulle, aunque en vida fuera odiado como pocos, víctima de múltiples atentados y calificado de dictador por la izquierda y de traidor a la patria por la derecha. Los mismos que le atacaban participan -medio siglo después de su desaparición y al conmemorarse el 22 de noviembre, los 130 años de su nacimiento en Lille-, del culto a su persona. Jean-Luc Mélenchon, jefe de la izquierda populista, le elogia. Marine Le Pen se declara más gaullista que nadie, aunque su partido sea el heredero del Frente Nacional, fundado por los enemigos más viscerales del general: los nostálgicos de la Francia del mariscal Pétain, que colaboró con el ocupante durante la Segunda Guerra Mundial, y por veteranos de la OAS, el grupo terrorista que intento asesinarlo por negociar la independencia de la antigua colonia.
A Jean-Luc Barré, autor de Devenir De Gaulle y coeditor de sus Memorias en la colección de clásicos La Pléiade, le irrita esta apropiación de De Gaulle por quienes, en su opinión, no son dignos de él. "Hay una exigencia en el mensaje gaulliano, unos principios fundamentales que deben respetarse: la idea de la independencia nacional y soberanía, de justicia social, de integridad, una cierta idea de Francia... No se puede ser gaullista y a la vez de extrema derecha, ni se puede ser gaullista y partidario de una dependencia francesa respecto a Europa u otra potencia. No es fácil ser gaullista de verdad", dice Barré. "Lo comparo al teatro: si uno quiere representar el papel del Cid de Corneille, tiene que ser un gran actor. No todo el mundo puede ser el Cid. Y hoy, en Francia, todo el mundo piensa que puede ser presidente de la República, todo el mundo piensa que puede ser el sucesor del General De Gaulle. ¡Pues no!"
El mito de De Gaulle se sostiene en tres fechas. La primera es el 18 de junio de 1940, otra efeméride redonda. Las tropas nazis acaban de entrar en París. Pétain, héroe de la Gran Guerra, se dispone a firmar el armisticio. Un militar de 49 años, desconocido para el gran público, se marcha a Londres y, desde las ondas de la BBC, llama a los franceses a unirse a él y a resistir. Cuatro años más tarde entrará en París para proclamar su liberación. Segunda fecha: 1958. Después de más de una década de retiro regresa para fundar la V República, de la que sería el primer presidente hasta dimitir en 1969... La tercera fecha es la independencia de Argelia, en 1962: De Gaulle fue le presidente descolonizador.
Todos los presidentes de la República han acabado siendo gaullistas, o han querido serlo, con la excepción, tal vez, de François Hollande, que nunca se sintió cómodo con los ropajes monárquicos. Cuando irrumpió en la arena política, Emmanuel Macron pudo parecer otra cosa. Era joven y liberal. En sus mitines se veían tantas o más banderas europeas que francesas. Su genealogía ideológica era la de Michel Rocard o la de Pierre Mendès-France, líderes que desde la izquierda democrática se opusieron al autoritarismo del general. Las dudas pronto se disiparon. En el retrato oficial que cuelga en todos los ayuntamientos del hexágono, Macron aparece con las Memorias del general. Su teoría según la cual Francia siente nostalgia del rey desde que decapitó a Luis XVI en 1793 y que, por ese motivo, necesitaba hombres fuertes en su lugar (Napoleón, Degaulle...) es puro gaullismo. Como su política exterior: la ambición del actual presidente es que Francia sea una "potencia de equilibro", entre EEUU y Rusia en la época de De Gaulle y ahora entre EEUU y China...
Marc Bassets. El País, domingo 22 de noviembre de 2020.
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