El 17 de marzo de 2017, Emmanuel Macron y su esposa Brigitte llegaron a la ciudad natal de Alejandro Dumas, en plena campaña presidencial. Uno de los pocos apoyos del entonces candidato era Jacques Krabal, entonces diputado radical y hoy del partido del Gobierno. Le insistió para que viera el castillo que no conocía pese a haber nacido en la cercana Amiens. Solo pudieron acceder al patio exterior del edificio en ruina. Las autoridades locales les explicaron que la iniciativa privada iba a transformarlo en hotel casino.
"Cuando oyeron esto, Brigitte levantó los ojos al cielo y Emmanuel dijo que no lo consentiría" recuerda el diputado en Le Monde. Esa misma tarde anunció que si era elegido, reabriría el castillo "para convertirlo en pilar simbólico de la francofonía".
Dicho y presupuestado en 185 millones. Mientras en España se ningunea el español en la ley Celáa, en la que se elimina su mención como lengua oficial, Macron quiere legar esta gran obra a la posteridad como François Mitterrand dejó su Biblioteca o la Pirámide del Louvre, Chirac, el Museo de Artes Primeros o Georges Pompidou, el Beaubourg.
Espera inaugurarlo en el primer trimestre de 2022, antes de las próximas elecciones presidenciales. Albergará la ciudad de la lengua francesa que tendrá "un recorrido dedicado a la lengua, residencias para escritores, centros de formación contra el iletrismo, empresas de traducción, etcétera", enumeran en el Elíseo. Mientras en España se discute el papel del idioma español en la educación, Francia promueve una capitalidad simbólica de su lengua.
El proyecto está en esbozo. Las razones las explicó el propio Macron a una quincena de alumnos de una clase de maternal: "Somos todos franceses porque en ese castillo el rey decidió que todos los que vivían en su reino debían hablar francés cuando se hablaban dialectos diferentes", dijo en otoño de 2017.
Es una inexactitud histórica pero conecta con la idea de que la integración pasa por el dominio del francés como se pretende exigir a los extranjeros que quieran obtener la nacionalidad. La imposición del francés frente a las otras lenguas es, sin embargo, muy posterior, obra de la Revolución y de Bonaparte.
Lo que no resta importancia a las ordenanzas de Francisco I, uno de los reyes de más trascendencia cultural. No solo fichó a Leonardo de Vinci sino que importó e impulsó el Renacimiento. Transformó el Louvre de fortaleza medieval a palacio, reconstruyó los castillos de Amboise y Blois y levantó Chambord, en el Loira, entonces el centro de su reino. E hizo construir Villers-Cotterêts, en el centro del Bosque de Retz que había heredado antes de acceder al trono de Francia por matrimonio con Claudia, la hija de su predecesor. Un lugar reputado por su caza, gran afición real que esta considerado como una obra maestra del Renacimiento. En su capilla. la primera que rompió con la tradición gótica, impuso Francisco I sus emblemas: la salamandra, la flor de lis y las F coronadas...
Iñaki Gil. El Mundo, viernes 27 de noviembre de 2020
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