miércoles, 28 de mayo de 2025

Una búsqueda de la identidad en la España de la heroína

La directora de Romería, Carla Simón. (Foto: Kristy Sparow/
Getty Images)

Tanto Alpha, de la ganadora de la Palma de Oro en en 2021 por Titane, Julia Ducournau, como Romería coinciden en recuperar en este Cannes la memoria de las víctimas del sida y del heroína. Ambas películas reviven a los muertos en el concurso. Hasta ahí las coincidencias. Si Alpha se regodea en el tormento, Romería lo hace en la vida. Con la España de los ochenta de telón de fondo, la conmovedora nueva película de Carla Simón habla de una chica de 18 años que viaja a Galicia para encontrarse con el fantasma de sus padres biológicos.

Ese viaje a la identidad perdida se sitúa en 2004, y está narrado a partir del diario de la madre, que en el guion de Romería se nutre de las cartas que la madre de Simón envió a sus amigas. Con la excusa de un documento oficial que necesita para una beca, Marina investiga que fue de sus padres. En su rastreo de las pistas borradas, Marina devolverá la voz a una generación que se enganchó sin remedio, dejando en sus familias el estigma de la droga y el sida.

Romería se acerca a la triste huella de la heroína de los ochenta desde un lugar insólito por su fragilidad y admirable delicadeza. Simón vuelve a demostrar su capacidad para el fresco familiar, esta vez mucho más oscuro y problemático que el de Alcarrás. En Romería se trata de una familia de provincias de clase media alta educada en silencio. Los abuelos, tíos y tías conforman un coro que habla mucho, pero poco de lo importante. De la mano de la bella fotografía de Hélène Louvart  (habitual de Alice Rohrwacher), Romería supone un paso al frente en la filmografía de Simón gracias a su tramo final, en el que un viaje onírico al pasado eleva toda la película. Tras recorrer, guiada por la voz de su madre, cada esquina de Vigo, Marina busca los restos de aquel naufragio en un Atlántico de delfines y barcos encantados. Y así, en su imaginación, su padre y su madre empiezan a tomar cuerpo. Ese contacto con los fantasmas que la engendraron está resuelto de una forma arriesgada y emocionante, ocurre en el mundo de los sueños. Sin fuegos artificiales, Simón entra en el terreno de la fantasía y del cuento convirtiendo a Marina y su vestido rojo en una especie de Alicia en el país de la heroína. 

Elsa Fernández Santos. El País, jueves 22 de mayo de 2025.

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