Ver, comer y pasear. La tercera urbe de Francia, Patrimonio de la Humanidad y capital gastronómica, llena los ojos y el paladar. Es la gran desconocida del país vecino. Lyon, una ciudad cosmopolita, hedonista, segundo motor económico de Francia y a un tiro de piedra de los Alpes y de una de las zonas vitivinícolas de renombre: el Beaujolais. Una ciudad de agradables paseos fluviales -dos concretamente sobre sus dos ríos, Ródano y Saona- y un sinfín de actividades que disfrutar. Lyon sorprende. Su área metropolitana roza el millón de habitantes, pero es la parte más antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad, el escenario ideal para ver y comer. El aeropuerto Saint-Exupéry, lionés ilustre, es ya una declaración de intenciones. Aquí la cultura tiene su peso. Un moderno palacio de la ópera, un museo del guiñol, otro del Hombre, uno de las miniaturas y el cine, el acuario, un museo galo-romano; el Institut Lumière, el museo de la Deportación y la Resistencia o el del textil, son algunos de los ejemplos de una urbe muy viva. Fundada por los romanos sobre un poblado galo, la antigua Lugdunum, el Lyon actual presenta tres zonas diferenciadas, incluidas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Dos colinas: La Fourvière (nombre que deriva de Forum Vetustum o foro antiguo), sobre la que se yergue una basílica mariana de mármol del sigloXIX, a lo Sacré Coeur de París, con unas vistas de infarto sobre la red urbana. Es un espacio de cuestas, al que se puede acceder a pie si tienes energías suficientes para cumplir con los cientos de escalones que la conectan con el Saona, o bien en metro o en funicular en un ascenso de escasos dos minutos. Si la zona de la basilica es la más romana, con restos como un estupendo anfiteatro y un odéon, la parte ribereña del barrio de La Fourvière -franja de apenas 200 metros de anchura- es muy al gusto italiano, con espléndidas casas renacentistas, algunas horadadas por pasadizos que las cruzan. Circular bajo estos edificios centenarios es gratuito y el turista podrá detectar los pasajes cuando vea sobre el edificio un cartel de bronce con el lema Traboule, que es como conocen allí a estos subterráneos que servían para atajar...
Nacho Blanco. La Voz de Galicia, 4 de julio de 2015
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