domingo, 6 de septiembre de 2015

Tiempo de novela negra

He tardado mucho en incorporarme a las filas de los aficionados a la novela negra. Reconozco que por un prejuicio de considerarla literatura menor. Hace algo menos de diez años, a finales de agosto, hice mi primer gran viaje trans-oceánico a Argentina donde mi hija realizaba sus primeras prácticas en un despacho de Buenos Aires y la perspectiva de viajar sola tantas horas en avión no era muy estimulante entre otras razones por mi fama, bien ganada, de despistada, de mi tendencia a extraviar papeles, billetes o llaves. Entre las múltiple recomendaciones que recibí, mi hijo me dio dos libros de Patricia Higmisth para que el viaje se me hiciese más corto en el caso de que no me durmiese como así fue. Viajé pues acompañada de Ripley en su "Extraños en un tren" . El  avión era enorme, medio destartalado, me instalaron en una especie de altillo en la parte delantera de asientos estrechos y mal iluminados. Incómoda y en tensión me fui dejando atrapar por Tom Ripley a lo largo de una noche rara, de tal  ensoñación que casi me sentía enredada como una  de sus víctimas. A mi regreso aun seguía bajo el efecto Ripley y en pocas semanas leí casi de un tirón "El talento de Mr, Ripley", "La máscara de Ripley","El hechizo de Elsie". Aunque mi conocimiento de la  obra de Patricia Higmisth  es muy reducido ha sido suficiente para descubrir una fina conocedora del alma humana, espero encontrar la ocasión de volverla a leer. Eso sí nunca olvidaré mi encuentro con Ripley, bajo el zumbido de los motores, dos "Extraños en un avion". 
Un año después,  también en los últimos días de agosto, paso una semana en el balnerario de Mondariz. Son días difíciles, la enfermedad de mi marido ha empezado a actuar a cara descubierta. Se me recomiendan unos días de descanso para reponer fuerzas. Esta vez dos libros de Fred Vargas van en mi maleta. Agosto en Galicia es caprichoso, con frecuencia rompe a llover. En una enorme sala circular acristalada que mira caer la lluvia sobre el césped verde intenso, "los bañistas". en albornoces de blanco impecable, esperamos nuestro turno para recibir los chorros benéficos que forman parte del tratamiento. Con gusto hubiera cedido mi turno, inmersa en "Los circulos azules" con el comisario Adamsberg, que bien podría encontrarse en ese escenario de película en que me encuentraba, siguiendo una pista. Este comisario, asocial, solitario, no parece responder a la idea que nos hacemos de alguien que desempeña ese trabajo; le gusta caminar, soñar, pintarrejear, sin embargo gracias a su intuición, consigue resolver los casos. Es el tipo de hombre, según Fernando Saveter, que a las mujeres nos gustaría como novio...

Estos primeros días de septiembre que se presentaron, fríos, otoñales, propensos a la melancolía, sin ganas de enfrentarme al curso que comienza,  encuentro entre los  libros sin leer desde la pasada Navidad, Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaìtre, PremioGoncourt 2013. No hablaré ahora de este libro pero sí de lo que me atrajo, lo que hizo que leyese sus cuatrocientas páginas en dos días y dos noches, su trama detectivesca, su aire de novela negra. Y eso era precisamente lo que necesitaba leer. De modo que me abalancé sobre Irène del mismo autor que me hija dejó olvidado sobre la mesa del salón. En este homenaje a la literatura, también a la pintura, me encontré con una historia truculenta que superó con mucho mis expectativas. Un asesino que busca modelos de atrocidades  para sus actos. Una serie de crímenes entre 2001 y 2003 de la periferia de París a Glasgow están copiados de las ficciones de James Ellory, Brat Easton Ellis entre otros. La novela parece seguir la fórmula de Agatha Christie en Diez negritos donde una cadena de homicidios se ajusta, una por una a las desapariciones descritas en una canción. Espeluznantes descripciones sin ahorrar ningún detalle de descuartizamientos, perforaciones, fracturas, dedos amputados no impidieron que siguiese leyendo, capturada por la personalidad del comandante Camille Verhoeven hasta el inesperado final. Cuando se cierra un libro como éste con frecuencia pensamos hasta donde puede llegar la imaginación del autor. Y sin embargo el verano que se acaba ha estado sembrado de muertes de mujeres, niños, algún hombre, portadoras de historias que desconocemos en las que anidan la violencia y el horror.
Carmen Glez Teixeira.

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