Refugiados poco cualificados se unen a la emigración urbana siria que tradicionalmente ha acogido Francia. "Nuestra granja estaba cerca de Baal en Palmira...Sí, ese que voló el Estado Islámico", explica el joven imitando el estruendo mientras saca el móvil para mostrarme unas fotos. Bajo una lluvia recia, en pleno París, la ciudad aparece en la pantalla. Sus columnas como tela de fondo y, en primer plano, las tapias de piedra seca de la granja familiar, en la que Izzat, pensaba instalar un albergue para turistas. Su proyecto sucumbió a la locura del Estado Islámico. Hoy refugiado en Francia, espera ser admitido en un programa intensivo de integración. Su francés aún no es perfecto, pero en noviembre, cundo llegó, no hablaba ni una palabra. Toda su familia está repartida por Europa, o a sus puertas, en Turquía. ¿Cómo se integran estos sirios que, desde 2011, huyen de los bombardeos de los aviones de Bachard el Asad y de las masacres del Estado Islámico? Aunque no hay dos historias iguales se dan algunas constantes."Los sirios son gente apresurada. Quieren retomar el hilo de su vida, bruscamente cortado", afirma Ayyan Sureau, la enérgica fundadora y directora de la asociación Pierre Claver, a la que postula Izzat. El joven de Palmira tiene algunas cosas a su favor. Su hermano mayor Thamer, abrió la senda. Este no huía de su país en guerra cuando llegó a París en 2001, a casa de unos buenos amigos franceses de la familia, sino del servicio militar. Curso de francés en la Sorbona, diploma de Técnico Superior en Hostelería y naturalización en 2011: una trayectoria impecable la de este hombre afable que hoy dirige un equipo en un gran hotel de los Campos Elíseos, mientras vela por el futuro de su hermano Izzat y del último en llegar, su sobrino Mustafá, de 16 años. Gracias a una vacante de última hora, se ha incorporado a un instituto de formación profesional, en una clase para no francófonos. Muchos sirios tenían un familiar instalado que les ha abierto sus puertas, algún conocido francés que los ha guiado por los vericuetos de la Administración. Pero tras esa ayuda inicial, cada uno se abre camino por sí mismo...
M.-A Lombard (Le Figaro).París. El País, jueves, 24 de septiembre de 2015
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