Con el Museo de Soulages y otros edificios más recientes en el mismo parque explanada, Jardin du Foirail, es como si la ciudad de Rodez se hubiese divido en dos al estilo de una célula. Porque unida a la explanada se enroca la ciudad vieja. Que a su vez es una población dúplice, dos ciudades en una: la ciudad episcopal, apiñada en torno a la catedral y la ciudad de los burgueses, ambas separadas por una muralla interior, con puertas y fielatos; cada una con su propia plaza mayor o su mercado. La ciudad eclesiástica se recoge en torno a una espléndida catedral gótica, por desgracia muy dañada en sus estatuas y vitrales a lo largo de épocas turbulentas. Las vidrieras son ahora nuevas, aunque en el vez de las figuras medievales lucen motivos bélicos o campos de concentración. En la ciudad burguesa hay casas de los siglos XV y XVI, algunas de gran belleza. Frente al ayuntamiento y los cimientos del foro romano, El Museo Fenaille acoge 5.000 años de historia local, con una nutrida colección de menhires. A Pierre Soulages le propusieron que diseñara los 104 vitrales de la abadía de Conques, para sustituir las vidrieras de Pierre Parot de los años cuarenta, de escaso valor artístico. La intervención de Soulages en Conques, es un plus para este pueblo a una hora de Rodez, y que está incluido en el selecto club de Los Pueblos más Bellos de Francia. El enclave es sensacional. En una hondonada arropada por montes cubiertos de bosque se recoge el pueblo en torno a una abadía que más parece una catedral. Y es que Conques era etapa importante para los peregrinos de la vía podense (procedente de Le Puy-en-Velay) del Camino de Santiago. Eso explica la grandeza de este templo románico, cuyos cánones (arquitectónicos y escultóricos) fueron llevados por los peregrinos a lugares jacobeos de España como Jaca o Frómista; incluso hay quien ve cierto paralelismo ente el tímpano de Conques, con el Juicio Final, y el Pórtico de la Gloria Santiagués. Junto al templo y un devastado claustro se conserva la cámara del tesoro. Allí, además del busto enjoyado de la santa titular, Sainte-Foy, pueden verse otros relicarios no menos preciosos. Las calles empedradas, las casas de entramado, los tejados de lajas de piedra, hacen de Conques un escenario de cuento. O de cine: los bosques fragosos que rodean el enclave recuerdan que en ellos se encontró, en 1790 una criatura salvaje de 12 años, Víctor de Aveyron; el caso sirvió de trama a François Truffaut para su filme El Pequeño salvaje (1970)...
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