domingo, 19 de marzo de 2017

El último gran couturier

Azzedine Alaïa
Hace 60 años que Alaïa llegó a París. En esta industria cada vez más frenética, él defiende una forma más humana y pausada de crear en esencia. Quien trabaja en la moda debe aprender a elegir. Entre crear o hacer ruido. Presentar sus creaciones en la semana de la moda o ir por libre. Aceptar el vertiginoso consumo de ideas y tendencias (cada vez más fugaces) o moldear vestidos  que desafían el paso del tiempo. Ser fiel al oficio de couturier o ejercer de malabarista (y director creativo). Azzedine Alaïa o Karl Lagerfeld. Dos caras de la misma moneda. Dos formas de entender la costura. Alaïa es distinto al resto de los diseñadores. El mismo término diseñador no hace justicia a este genio. La suya es una de las maisons más herméticas y complejas del sector. En la entrada a su atelier, en Le Marais, no hay rótulos. Rara vez concede entrevistas; y cuando lo hace, cuentan que, a veces, se levanta y se va. Lanza sus colecciones cuando están listas, sin someterse a agendas ni compromisos. Ajeno al circo mediático, a nadie extraña que celebre sus desfiles en la intimidad, sin grandes fastos, pero rodeado de amigos. De Nicolas Chequière (Louis Vuitton) a Julian Schnabel, pasando por el historiador Olivier Saillard o Adrian Joffe, marido de Rei Kawakubo (Comme des Garçons). Alaïa es un gigante de estatura diminuta, que con el paso del tiempo se ha convertido en la conciencia de este negocio. Quizá porque el se atreve a decir lo que otros (casi todos) callan. Según el diario Financial Times, en 2011 no dudó en rechazar la oferta de Sidney Toledano (presidente de Dior), quien le ofreció tomar las riendas de la maison tras el fulminante despido  de John Galliano. Una anécdota que suena a justicia divina si tenemos en cuenta que, en 1957, cuando el tunecino llegó a París, consiguió entrar en el taller de la mítica casa francesa (entonces en manos de un jovencísimo Yves Saint Laurent), pero fue despedido por no tener los papeles en regla. "El tiempo es muy importante. Por eso si una colección no está terminada, sencillamente aplazo la presentación. No quiero ser esclavo del sistema "explica a S Moda. "Jamás lo seré", asegura. "Es una decisión personal. He elegido ser libre. Lo que no significa que no trabaje. Todo lo contrario. Me esmero de sol a sombra. Pero en mi corazón sé que nadie me obliga", confiesa..."Mi forma de crear se parece más al modelo antiguo, el de un couturier que coge las tijeras en su taller con su pequeño equipo de colaboradores"....
Noelia Collado. S Moda, El País, 27 de enero de 2017

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