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Escena de Orfeo |
En el principio era L'Orfeo: así podría empezar el primer capítulo del evangelio operístico. En puridad no es del todo cierto, ya que la obra de Monteverdi no es tanto la primera ópera como la primera conservada en su integridad... Orfeo estuvo detrás de casi todas aquellas primeras óperas incipientes, como no podía ser de otra manera en una época -el tránsito del Renacimiento al Barroco- aún prendada de la Grecia clásica. Monteverdi consiguió el milagro de, cuando el género estaba todavía en mantillas, unir el mito del cantor tracio a una música memorable, en el sentido de que, una voz escuchada se queda aferrada para siempre en nuestro recuerdo. Les Arts Florissants acaban de traer a Madrid, a los Teatros del Canal, una propuesta que tiene mucho de la velada del estreno del Orfeo en Mantua el 24 de febrero de 1607. La escena acoge solo un puñado de rocas, hierba desperdigada por el suelo. Todo es diáfano, pequeño, sin pretensiones. Los pastores llevan ropas sencillas de colores suaves. Los músicos visten como los cantantes. A izquierda y a derecha , sendos grupos de instrumentistas responsables de la parte del continuo. Paul Agnew, su director musical y escénico, y que cantó el eco Questi i campi di Tracia y el personaje de Apolo en el quinto acto, muestra sus cartas desde el principio, con una toccata nada enfática, sosegada apacible, poco vigorosa, pastoril... No en vano Agnew está al frente del gran proyecto madrigalesco monteverdiano de Les Arts Florissants, del que ya nos ofrecieron una primera muestra hace unos meses en el Auditorio Nacional. En el apartado instrumental, lo más admirable fue la sección del continuo situada a la derecha del escenario .... En conjunto una propuesta de L'Orfeo muy fiel en la letra y en el espíritu a aquel original mantuano que, hace ahora justamente 410 años, prendió la lumbre del milagro de la ópera.
Luis Gago. El País, 11 de marzo de 2017
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