El genocidio armenio sigue siendo una asignatura pendiente para la historia, la justicia y también para el cine. Robert Guédiguian, de ascendencia armenia él mismo, hace un planteamiento muy ambicioso para hablar sobre ello en dos tiempos y en varios planos de comprensión, poniendo en perspectiva las reapariciones periódicas de movimientos reivindicativos que han puesto en práctica la lucha armada y reflexionando sobre su legitimidad y sobre las víctimas inocentes ocasionales, inspirando su ficción en hechos reales y sobre todo, libremente, en el libro autobiográfico del periodista español José Antonio Gurriarán, que fue víctima de un atentado del Ejército Secreto Armenio de Liberación en Madrid a principios de los años ochenta. La película se remonta a los años 20 en Berlín, donde reconstruye en un bellísimo blanco y negro el juicio a un activista, absuelto de ejecutar a un político turco relacionado directamente con el genocidio, y después a los 80, en París, Marsella y Beirut, para reencontrar a un nuevo grupo armado y a una de las víctimas accidentales de un atentado, empeñado en conocer a los culpables de su desgracia y en comprender sus razones. El afán didáctico multiplica los puntos de vista confrontando los de distintas generaciones, los contrapuestas facciones ideológicas y el de la víctima, de modo que la emoción fluctúa entre momentos inspirados, bien articulados sobre los intérpretes, con otros lastrados por excesivas explicaciones, lo que trastoca puntualmente la fluidez narrativa y la lógica dramática.
Alberto Bermejo. El Mundo, viernes 24 de marzo de 2017
Alberto Bermejo. El Mundo, viernes 24 de marzo de 2017
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