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Madelaine Peyroux |
Arrastra una leyenda de misterio. Tuvo una entrada espectacular en el mundo de la música. Muchos la compararon con Billie Holiday. Y después desapareció durante ocho años. A sus 42, esta estadounidense de alma francesa vuelve con un disco de himnos profanos. En un hotel de Londres, en la esquina de Kensington Gardens, a dos pasos del Royal Albert Hall y el Royal College of Music, Maddie, como la llaman sus amigos, se muestra afable, con sentido del humor y dispuesta a hablar de cualquier asunto. La estadounidense tiene nuevo disco, Secular Hymns, grabado con dos únicos músicos: el guitarrista Jon Herington y el bajista Barak Mori, y con canciones de Willie Dixon, Lil Green, Sir Rosetta Tharpe o Allen Toussaint, grabadas en una iglesia británica del siglo XII, y con el que continúa recorriendo los territorios de la música popular americana. Además acaba de grabar Moon River para el pianista clásico Lang Lang. Recuerda sus comienzos en París. Tenía 11 años cuando sus padres se separaron y su madre aceptó una oferta de trabajo en París. "Durante un año me dieron clase intensiva de francés en la escuela y, al cumplir los 14 nos fuimos a vivir al centro de París. La primera noche que nos mudamos le dije a un amigo: Vamos a dar un paseo. Fuimos caminando desde la plaza de la República, cruzando la Isla de la Cité con Notre Dame, hasta el Barrio Latino. Yo lo miraba todo a mi alrededor. Por primera vez ví a músicos tocando en la calle. Y cambió mi vida. Me enamoré de eso. Fue una época preciosa. Había lago perfecto en el aire. Mucha libertad creativa... Recuerdo la primera vez que canté delante de una terraza...Un amigo me dijo: !Te pones allí y cantas! Me dijo que el pasaría luego el sombrero para mí. Fuimos caminando hasta una terraza de Saint-Michel...Canté un tema de Tracy Chapman. Muy asustada, del principio al fin, sin mirar a nadie a los ojos. Al terminar, sacamos 35 francos. No era gran cosa, pero me hizo sentir que había hecho un buen trabajo.... En las calles de París pude observar a otros y darme cuenta de que no cantaban tan bien. Y pensé : ¿Por qué no?... Cantando en la calle aprendí que la idea del espectáculo, del entretenimiento es universal. Debido a eso las personas se reúnen y comparten momentos con completos desconocidos... Hay algo mágico y poderoso en ese proceso. Y puede suceder en cualquier lugar. No necesitas dinero, ni vestuario, ni amplificación, ni vender entradas"....
Carlos Galilea. El País Semanal. Domingo, 26-03-2017
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