Olivier Assayas ofreció en Venecia, bajo la forma de una comedia tersa,sutil, muy alleniana
ahora que Allen semeja proscrito, un relato de fondo de hondura exacerbada: el del fin de la era analógica, del libro, de las ideas fuertes, del compromiso intelectual. Es Non Stop algo así como El gatopardo del cambio de paradigma del siglo XXI como fin de ciclo de la nobleza del espíritu creativo anterior a los nativos digitales, que se aprestan a devorar el papel y el alma, como pasto de tiburones. La grandeza de Assayas y sus actores sensacionales encabezados por Juliette Binoche reside en que ese discurso complejo está expuesto con la liviandad de una elegantísima comedia de enredos amorosos, un vodevil en que sus protagonistas son los últimos mohicanos del tiempo de las almas sensibles anteriores a la canibalizadora era digital.
O. Assayas y Juliett Binoche |
Y es un prodigio ese equilibrio que Assayas y sus divertidísimos walking deads, escritores en papel, editores románticos, actrices que se niegan a hacer más series de policías donde el éxito las convierte en virales y se suicidan protagonizando Antígona en un teatro con un director belga. Hay una certera línea de continuidad entre la obra anterior del cineasta, aquel arriesgadísimo filme de fantasmas en los tiempos del WhatsApp llamado Personal Shopper y este coral canto del cisne de los creadores anteriores a la brecha del siglo...Y asistimos a lo que es una elegía , la ceremonia de los adioses de estas criaturas sobrepasadas por el tiempo gélido y digital, servida como una cálida, grácil, mordaz oda al cine, a la literatura y a bel morir.
José Luis Losa. Venecia. La Voz de Galicia, sábado 1 de septiembre de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario