jueves, 27 de septiembre de 2018

Una literatura sin verdugos

La posible salida en libertad del protagonista El adversario propicia una revisión crítica de la icónica obra de Emmanuel Carrère. Un condenado sale en libertad después de cumplir su pena, y resulta que el condenado también es el protagonista de una novela. ¿Es un personaje? ¿O una persona? El efecto es inquietante. Jean-Claude Romand podría salir de la cárcel en los próximos días en libertad, si así lo deciden los jueces. Suponemos que retomará una vida discreta y normal, tras pasar la mitad de su vida adulta inmerso en una ficción gigantesca y atroz, y la otra entre rejas. 
Hay otro Jean-Claude Romand además del real: el personaje de la novela El adversario . Este es el título del libro en el que el escritor francés Emmanuel Carrère cuenta la historia del hombre que durante 18 años engañó a su familia y a sus amigos -a todo el mundo- haciendo creer que era un médico ilustre y un alto funcionario de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra. El Jean-Claude Romand personaje es el protagonista de la obra que consagró a Carrère como un autor central en las letras francesas contemporáneas. El impacto del libro -relato real, o novela sin ficción, por decirlo al modo de Javier Cercas- al publicarse en el año 2000, no se ha diluido. La posible salida de prisión de Romand -fue condenado a cadena perpetua por matar a sus padres, a su esposa y a sus hijos en enero de 1993- es un epílogo a una historia cuyo significado no se agota en una lectura y varía con el tiempo.
El antecedente más citado de El adversario es A sangre fría, de Truman Capote, novela de ficción -así la llamaba su autor- sobre el asesinato de una familia de granjeros en Kansas. Las diferencias son evidentes. Capote pretendía ser objetivo, como una cámara fría y omnisciente; Carrère narra en primera persona e implicándose en la historia. Capote pretendía hacer una crónica periodística en la que nada era inventado, pero fabricaba escenas y conversaciones: engañaba; Carrère cuenta lo que sabe y cómo lo sabe: el foco es más limitado -el narrador no lo ve y oye todo-, pero más honesto y verosímil. 
Podría argumentarse que el antecedente de El adversario es otro, menos evidente que A sangre fría: El extranjero, de Albert Camus, también la historia -en este caso ficticia- de un asesinato y una condena. Ambos libros se parecen por su brevedad y también por los abismos existenciales a los que ambos relatos arrojan. Y por los protagonistas Mersault y Romand, dos hombres solitarios, enigmáticos, arrastrados en su vaivén vital por qué fuerzas. Uno mató porque hacía calor y el sol pegaba fuerte; el otro, porque un día no se presentó a un examen y esto abrió las compuertas a una catarata de mentiras que desembocó en una matanza. El adversario y El extranjero se parecen incluso en las fuentes de inspiración. La frase corta y seca de Camus en su novela es la de la novela policíaca norteamericana de los años treinta; el relato periodístico de Carrère bebe del periodismo de revistas como The New Yorker y de Capote...
Marc Bassets.Babelia. El País, sábado 22 de septiembre de 2018

Leer y tejer empieza mañana una semana larga de vacaciones. a partir del 8 de octubre retomaremos nuestra cita diaria. Hasta pronto. 

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