martes, 25 de septiembre de 2018

Christian Boltanski

Se ha hablado tanto de la vida y obra de de Christian Boltanski (París, 1944) que no es difícil imaginar la huella que dejó en él la Segunda Guerra Mundial. Hijo de madre cristiana y padre judío, empezó sus andanzas en el mundo del arte como pintor y pronto experimentó con otros soportes. "Comencé a trabajar en la época del minimalismo -cuenta en la entrevista con El Cultural- pero lo que me interesaba era hacer un arte que llegara a las emociones". El eco de su biografía resuena de una manera constante en una obra en la que los temas de la ausencia, la muerte y la memoria supuran por cada poro distintas formas -proyecciones de sombras chinescas, instalaciones de gran formato, fotografías encontradas-. En el 2010 llenaba el Grand Palais de París con toneladas de prendas con las que creaba un manto multicolor XXL, sobre el que se abalanzaba el brazo mecánico de una grúa cogiendo aleatoriamente los trozos de tela. ¿Por casualidad? Sí, pero intencionada, ya que el azar es otro de los temas cruciales de la obra de este artista francés. Buena prueba de ello es el título de la pieza con la que representaba a su país en la Bienal de Venecia de 2011. En Chance cientos de fotografías de recién nacidos se deslizaban ágilmente por una estructura de andamios metálicos que funcionaban como rodillos de una cadena de producción...
Vuelve Boltanski a Madrid con Sombras blancas, su exposición en la galería Solo, desde el viernes 14.
P.- ¿Qué presenta en Sombras blancas su nueva exposición en la galería Solo de Madrid?

R.- Aunque en la muestra hay obras antiguas y recientes el conjunto está pensado como una obra única, una instalación que se ve desde dentro y habla de nuestras almas. Rara vez expongo en galerías y he concebido está propuesta como si fuera para un museo, incluso con piezas para el exterior del espacio. En la galería hay de manera intencionada una sala blanca y soleada y una oscura. En el piso de abajo he vuelto a recurrir a una fotografía de 1939, encontrada, de una escuela en Alemania  que he utilizado en varias ocasiones. En este caso por primera vez está troceada y es prácticamente invisible, el tiempo la hace desaparecer igual que ocurre con la memoria de los niños que aparecen en las imágenes sonriendo por una razón que desconocemos. Son espíritus perdidos en medio de un bosque de almas. Cada vez más las imágenes que utilizo se vuelven blancas e invisibles, aquí son pinturas que van desapareciendo sobre esta especie de cortinas como si fueran fantasmas. De ahí el título Sombras blancas... 

Luisa Espino. El Cultural, 14 -9 -2018

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