domingo, 23 de septiembre de 2018

Vichy, 75 años a la sombra de Pétain, 2

Tras la liberación y el encarcelamiento o ejecución de los líderes de la Francia de Vichy, la ciudad nunca más pudo quitarse el estigma. Han pasado las décadas. Cada vez sobreviven menos testimonios de aquel periodo. Sucesivos presidentes franceses han asumido que la Francia de Vichy era en realidad Francia, a secas. Cuando salen al extranjero, los habitantes de Vichy se han acostumbrado a que sus interlocutores la asocien a las aguas termales o los productos cosméticos que llevan su nombre. En Francia arrastra la incómoda maldición. ¿Qué hacer? ¿Asumirla?, ¿Desentenderse?
Aunque nunca vaya a regresar la Belle Époque y a los tiempos de Napoleón III que la convirtió en capital del reposo decimonónico, cuando la aristocracia pasaba los meses de verano descansando, escuchando óperas y viendo y dejándose ver, Vichy es aún destino turístico. Pero más tranquilo, menos concurrido, con un ritmo perezoso y un aire provinciano de clase media...
Entrar en la Ópera produce una sensación extraña: el teatro que antes de la guerra competía con los de París, pero también el escenario donde el 10 de julio de 1940 se reunió la Asamblea Nacional para disolver por una mayoría abrumadora, la III república y entregar los plenos poderes a Pétain. Vichy es un palimpsesto, un texto que oculta otros textos. O, como escribió el periodista norteamericano Adam Nossiter, que en el libro The Algeria Hotel escudriñó las sombras de la ciudad, un trompe l'oeil, un trampantojo multidimensional.
Existe el Vichy de Napoleón III, el del mariscal Pétain y también el Vichy de 2018, una ciudad donde los laberintos de la memoria son un eco remoto.
Cuando llegó a Vichy en 2016 tras un periplo por Libia, el Mediterráneo e Italia, Ahmed Khanis no sabía nada de aquella historia. Para este refugiado sudanés de 28 años, hincha del Real Madrid, camionero de profesión y cantante de vocación, Vichy era una ciudad sin ninguna connotación, un nombre más. Tuvo la fortuna de cruzarse con Pablo Aiquel, un periodista de origen chileno que había aterrizado allí una década antes. Aiquel que es ciudadano francés -además de chileno y venezolano- y tiene profundamente interiorizados los valores de la liberté, égalité, fraternité , enseñó francés a Khanis y a otros recién llegados, y les echó una mano para crear el grupo musical Soudan Célestins Music.
No es que Vichy celebrase la llegada de los refugiados, pero tampoco los recibió con hostilidad. Y también esto es Vichy: la ciudad abierta donde la extrema derecha tiene poco apoyo, la provincia que raramente sale en las noticias, la Francia hospitalaria donde la llegada de inmigrantes no provoca psicodramas sino que se gestiona con realismo.
Marc Bassets. El País, viernes 24 de agosto de 2018.

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