lunes, 10 de septiembre de 2018

Oficina de infiltrados

Mattieu Kassovitz, protagoniz la serie.
En Oficina de infiltrados, el relato de espías que algunos han considerado la mejor serie francesa de la historia, los agentes secretos raramente participan en persecuciones espectaculares, las secuencias de tiroteos y explosiones son escasas y los protagonistas están lejos del arquetipo de James Bond. El título original de la serie, que empezó a emitirse en 2015 y próximamente estrenará su cuarta temporada, es Le Bureau des légendes/La oficina de las leyendas. Como su nombre indica los héroes de esta ficción televisiva son burócratas u oficinistas. Pero oficinistas con sentimientos, burócratas que se enamoran. Y es así, con el factor humano como se tuerce todo. Porque esto es Francia, el país que sacraliza el Estado y donde gobierna la casta de los altos funcionarios. Y el país, también, al que le gusta recrearse en el lugar común de la patria de la seducción. 
Es lógico, por tanto, que estos James Bond franceses pasen gran parte de los capítulos sentados en sus despachos ante los ordenadores o discutiendo en salas de reuniones. Y se entiende que en Oficina de infiltrados el trabajo de los agentes sea ante todo una cuestión mental, un juego de espejos en el que al final nadie sabe quién es quién: como partidas simultáneas de ajedrez. Pero un ajedrez peculiar, en el que los sentimientos contaminan la razón, y viceversa...
Éric Rochant, factótum de Oficina de infiltrados y experimentado cineasta, reconoce su devoción por los thrillers estadounidenses de los setenta. Ha explicado que ve su ficción más cercana a El ala oeste de la Casa Blanca o a Mad Men que a tramas de espionaje como Homeland. Sus historias se inspiran también en las novelas del género que han dejado autores como John Le Carré o Robert Littell...
Marc Bassets. París. El País, lunes 20 de agosto de 2018

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