lunes, 3 de septiembre de 2018

La belleza triste del western según Audiard

Fotograma de Sisters brothers
Dice Horacio Quiroga en su más célebre y brillante cuento de frontera, Los desterrados, que allí, en ese espacio sin límite, se dan por fuerza tipos pintorescos; sujetos inacabables. E inacabados. Especialmente raros son aquellos que, como las bolas de billar, nacieron con efecto. Apenas tocan una banda y emprenden los rumbos más inesperados. The Sisters brothers, de Jacques Audiard y con participación española en su producción, es, en efecto, eso: un delicado, brillante, cruel y hasta melancólico cuento de frontera. Y, como toca, cada uno de los personajes ideados por el director de Un profeta posee su propia deriva impredecible. Digamos que se trata de una película con efecto. Y hasta perfecta. El cineasta que fue Palma de Oro por Dheepan en 2015 vuelve a sus obsesiones más queridas. De nuevo la colección de personajes que presenta intenta poner orden en un mundo tan irascible como violento; otra vez, los héroes de su película apenas son capaces de conciliar su deseo de paz con una realidad que les empuja tozudamente hacia el abismo, la sangre y la ira. Son tipos necesariamente  marcados por la frontera, inacabados y con efecto. La cinta cuenta la historia de dos hermanos (Joaquin Phoenix y John C. Reilly), de profesión pistoleros, asesinos a sueldo desde antes incluso de la invención de la muerte. La primera escena, un tiroteo en la noche en el que sólo se aprecian los relámpagos de la pólvora encendida, da una pista de todo lo que vendrá después. En efecto, lo relevante  no es tanto lo obvio, la luz, como el dibujo que cada fogonazo arranca a las sombras. Y lo que vale para una modélica secuencia inicial  vale para todo lo demás. Lo que cuenta no es tanto el camino por el que avanza la narración como las heridas que asoman, en apenas unos cuantos instantes iluminados, por las cunetas, por los límites, en ese espacio en el que la frontera se convierte de nuevo en banda de una mesa de billar...
Luis Martínez. El Mundo, lunes 3 de septiembre de 2018

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