Desde ese momento el protagonista se mostrará ensimismado durante toda la noche, imaginándose que es él, y no su amigo, quien se liga a ese bombón, naturalmente ante el mosqueo de su señora, tomada por los celos y sacando punto a todo cuanto hace... la otra. Con esos mimbres trenza su relato el otro Daniel , el apellidado Auteuil, cuatro largos como director y casi un centenar de títulos como actor desde su debut como secundario en La agresión (1975) junto a Catherine Deneuve y Jean-Louis Trintignant.
El novelista y dramaturgo Florian Zeller adopta su propia obra teatral, en un texto que Auteuil resuelve a trompicones, no tanto por falta de oficio, que lo tiene y notorio, sino por lo arriesgado de jugar con dos niveles: el real y el imaginario. Lo que otros solventan manejando la luz o el sonido como trazo diferencial para que el espectador no acabe hecho un lío, él prefiere dejarlo a la inteligencia del público o usando como transición su propio rostro ensimismado mientras deambula por su ensoñación de Romeo ligándose a Julieta y de paso lamentando su rutinaria vida marital. No es una comedia sentimental totalmente fallida porque tiene momentos delirantes a los que Depardieu aporta un registro bien definido, pero el vaivén entre realidad y ficción acaba resultando excesivo. A cambio Auteuil sí acierta en su retrato de la burguesía víctima de sus tedios y sus frustraciones, con unos varones que se alborotan cuando la lascivia embota los sentidos.
Miguel Anxo Fernández. La voz de Galicia, lunes 8 de octubre de 2018
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