2 de enero, 2025.
-Regreso de Madrid donde he pasado 4 días con mi hijo. Llueve en Santiago y su comarca. Mi coche sigue en el taller esperando las piezas que no llegan en estos días difíciles para asuntos de comercio. Mi hija y su familia se van a Madrid para celebrar, en su casa, y con los niños, la llegada de los R. Magos. Me dispongo a pasar unos días en casa leyendo, mejor, releyendo Veiller sur elle, de Jean-Baptiste Andrea, premio Goncourt 2023, sobre el que hablaremos en el club de lectura el próximo martes, 14 de enero. Y como, en esta ocasión, puedo hacerlo, decido leerlo, son 580 páginas, de un tirón, con las pausas justas para el sueño. Para comer tengo los restos de las fiestas, así que poco tiempo dedico a ello. Tres días, en los que mi alimento es sobre todo este exquisito libro.
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Veiller sur elle / Cuidarla, nos cuenta la historia de Mimo, un niño que nace pobre, pero con un don en sus manos, que, con su talento pronto llegará a ser un gran escultor, el creador de la Pietá Vitaliani. Es también la historia de Viola, heredera de una familia noble. La historia de su encuentro con Mimo para el que parecían predestinados. Viola descubre que son gemelos cósmicos. "Nacieron el mismo día, el mismo mes, el mismo año. Lo que quiere decir que estarán unidos, más allá del tiempo y del espacio por una fuerza que los sobrepasa y que nadie podrá romper nunca". Una novela ambientada en la Italia de entreguerras. Este libro de Jean-Baptiste Andrea puede leerse como la invitación a un viaje, por la Italia de esa época. Esa es la opción que he escogido, acompañar a Mimo, siguiendo la ruta que marcó su vida.
1904. Il Francese, así le llamaban, apodo que, según el mismo Mimo nos cuenta, detestaba. Todas sus alegrías y sus dramas son de Italia. "Soy de una tierra en la que la belleza siempre está acorralada. Italia, mi país. Pero es un hecho, nací en Francia en 1904. Mis padres se fueron de Liguria buscando fortuna 15 años antes. En 1914, el Estado francés declaró Francés a mi padre que partió a una Guerra de la que nunca volvió al Vallée de la Maurienne donde vivíamos. Nunca hablé bien el francés. Dejaron de llamarme Francese desde 1946. Mi madre me hizo regresar a Italia ya que, por mi amor por la piedra, sería escultor como mi padre. Me llamo Michelangelo Vitaliani". Debido a su pequeña estatura, todos le llaman Mimo.
1916. Descubrió su país en 1916, en plena Guerra. Su madre lo despidió en la estación de Módena, prometiéndole que en unos días se reuniría con él. Su tío Alberto, también escultor, iba a hacerse cargo de él. Tuvieron que pasar veinte años para el reencuentro con su madre. En esa primera etapa de su viaje le acompaña un conocido de sus padres, un hombre de bien. Se apean en la estación de Turín donde Mimo aterriza con los brazos en cruz sobre el andén. Atraviesan la ciudad en tranvía hasta el extrarradio, recorriendo los últimos tres kilómetros a pie, hasta el taller de su supuesto tío, que no era su tío, y que rechaza acogerlo como aprendiz. Acabará cediendo a cambio del dinero que la madre de Mimo, todos sus ahorros, había entregado a su acompañante. "Durante casi un año viví a la sombra de este hombre, Alberto, borracho y violento. Para él cocinaba, limpiaba, transportaba, repartía los encargos, soportando las burlas por mi talla. Tío Alberto me prohibía tocar sus herramientas. Cuando vio que sabía tratar la piedra, me molió a golpes e insultos".
Una mañana de diciembre 1917. Después de un viaje de tres días, sin paradas, Pietra de Alba apareció, recortada en la luz del alba sobre su enorme roca. Pietra no estaba colgada de un promontorio rocoso, sino puesta en el borde de una llanura, entre el recinto del pueblo y el límite del promontorio, la montaña con sus laderas cubiertas de un bosque de un verde casi tan negro como los animales que por allí rondaban. Pietra de Alba tan bella, con su piedra un poco rosa, millares de albas se habían incrustado en ella. Dos edificios notables enseguida se veían. Una fabulosa iglesia barroca, con su fachada de mármol rojo y verde consagrada a su patrón, San Pietro delle Lacrime, construida alrededor de 1750. Al salir de Pietra vimos el segundo edificio, la villa Orsini que se elevaba en el entrada del bosque, a unos dos kilómetros de las últimas casa del pueblo. El taller, recién comprado por Alberto, se situaba fuera del pueblo. Se les ha unido un tercer "socio" que trabaja la madera, Vittorio. Listos para los primeros clientes, ofrecen sus servicios a la Iglesia y a los Orsini.
El 12 de diciembre muere el hijo más joven de los Orsini que había dejado su casa para alistarse como voluntario en el frente de la guerra. Muere en un accidente de tren, la mayor catástrofe ferroviaria de Francia. Alberto, Mimo y Vittorio asisten al funeral, una semana después, en la iglesia de Pietra. Mimo se para ante una estatua. Una Pietá. Una representación de la mater dolorosa. Una madre que llora por su hijo al pie de la cruz. Así se lo explica el cura, don Anselmo que ha visto al chico observando atento la estatua. Y es entonces cuando recibe su primer encargo como aprendiz de escultor: un angelote. En el exterior de la iglesia hay una fuente con cuatro delfines, cada uno con su angelote, pero el cuarto se ha perdido, el cura se lo pide a Mimo. También en esos días nace la amistad con Viola, sus primeras citas en el cementerio, los primeros libros, de la biblioteca de los Orsini, que ella le deja en el tronco vacío de un árbol del camino. Han cerrado un pacto que será su secreto: siempre se dirán la verdad.
1919. La guerre est finie. En el taller de Alberto no hay mucho trabajo. Mimo lleva a cabo los escasos encargos de escultura que les llegan allí. "Trabajamos poco en los primeros meses de 1920".Viola Y Mimo tiene 15 años, pronto 16. Cada uno prepara su regalo. Aprovechando la ausencia de Alberto, Mimo esculpe un precioso bloque de mármol del que va a emerger la osa con la que sorprenderá a los Orsini, "su primera verdadera obra" que será instalada cerca del estanque que rodea la vivienda, delante del salón. El 22 de noviembre, fecha del cumpleaños, entre los invitados que admiran la escultura, se encuentra un obispo, Monseigneur Pacelli, uno de los que más la valora. El oso figura en el escudo de la familia de Viola.
Varios días después, una mañana, Alberto me ordenó que me reuniese con él en el coche y con mi maleta. - ¿ A dónde vamos? - Tú vas a Florencia! Vas a hacer un recado para mí. Alberto le encomienda la compra de dos hermosos bloques de mármol de Carrara en el taller de Filippo Metti. El marqués Orsini le ha pagado el triple de lo que vale el bloque que Mimo ha utilizado para la osa. Después de 8 horas de trayecto, Mimo desembarca en la estación de Florencia donde tienen lugar dos encuentros. El primero con el propietario de un circo que le ofrece trabajo. El segundo, Philippo Metti que lo lleva a su taller. Mimo comprende entonces que no ha venido a Florencia por un encargo, Alberto ha alquilado sus servicios en el taller de Metti y aunque no quería quedarse porque Viola lo necesitaba aceptó su propuesta de trabajo.
Florencia. "Atravesamos la ciudad a pie. La ciudad se deslizaba en mí para no abandonarme jamás... Ni la grandeza de Roma ni la magia de Venecia o la locura de Nápoles, nunca me hicieron olvidar Florencia". Son los años negros de Florencia, de la vida dura en el taller, donde tiene que empezar cortando bloques, aunque pronto descubran su buen hacer. La rivalidad con Neri, el jefe del taller envenena el trabajo del aprendiz, dedicando las noches a beber para no pensar en Viola... Son también los años del deslumbramiento ante Fray Angélico...
Otoño de 1921. "Dos acontecimientos hicieron explotar mi vida. El 7 de noviembre, Mussolini creó el Partido nacional fascista con esos jefecillos que impusieron el terror en el país. El ambiente en el taller se me hizo insoportable hasta tal punto que me vi obligado a abandonar el trabajo e irme del taller". Llega una carta de Viola pidiéndole que dejase de escribirle. Sin dinero, todo lo gasta en beber, una centena de liras han desaparecido en la última pelea nocturna. "No volveré a Pietra de Alba". Para sobrevivir se dirige al Circo Bizarro cuyo propietario le había ofrecido trabajo a su llegada, en la estación de Florencia...
Uno de febrero de 1923. Francesco Orsini, el hermano de Viola, recién ordenado sacerdote, que se está formando en Roma, viene a buscarlo al circo y le comunica que Alberto "su supuesto tío" le ha dado su taller. Francesco ha venido para ofrecerle trabajo. No sólo los Orsini se interesan por Mimo, también la Iglesia. Monseigneur Pacelli que ya había apreciado la escultura de la Osa, busca un artista de confianza para los jardines del Vaticano.. Esta fue la propuesta: "Hay muchas obras que crear. Otras para restaurar. Podrás trabajar en Pietra de Alba o en el taller puesto a tu disposición en el Vaticano, donde dispondrás de aprendices jóvenes para ayudarte en Roma. Te ofrecemos un contrato por dos mil liras al mes..."