martes, 7 de enero de 2025

El British Museum muestra al Picasso grabador

Retrato de Dora Maar. British Museum
Picasso creó más de 2.400 grabados. Desde sus primeros años como artista en París hasta su vejez en el sur de Francia, el grabado le brindó la oportunidad de desplegar todas sus ideas, contar historias y embarcarse en nuevas aventuras creativas. Una exposición en el Britihs Museum, Picasso, grabador, que se puede ver hasta el 30 de marzo, reúne casi un centenar de piezas que ilustran esta faceta.

La muestra ofrece un recorrido de la vida de Picasso a través de su arte, incluidas sus borrascosas relaciones con las mujeres y su trabajo con impresores, editores y otros artistas. La exhibición repasa las diferentes técnicas empleadas y sus cambiantes enfoques. "La gente está más familiarizada con sus pinturas. Queríamos mostrar que el grabado es un área creativa realmente importante de su trabajo y que logró grandes cosas en este campo", asegura la comisaria, Catherine Daunt, especialista de grabados del British Museum.

La exposición que incluye obras realizadas desde 1904 , tras la llegada de Picasso a París, hasta 1971, es la más grande dedicada por el centro británico al artista, con 97 de los 533 grabados que posee. La exhibición reúne piezas creadas a inicios del siglo XX, antes y después de la revolucionaria Las señoritas de Avignon (1907), que despejó el camino al cubismo. También incluye un grupo de grabados de la Suite Vollard, una serie de 100 aguafuertes realizados en la década de 1930 y que revela la influencia del arte clásico, al tiempo que refleja su tormentosa vida personal.

Desde 1930 hasta 1936, Picasso alumbró una serie de 97 grabados en cobre, que vendió en 1937  a Ambroise Vollard, junto con tres retratos de este. En contrapartida, Picasso recibió algunas obras que ambicionaba para su colección privada. Al principio tenía la intención de hacer más retratos de Vollard, pero esto no fue posible debido a la edad avanzada  del marchante, quien ya tenía 70 años. En esa Suite Vollard, hay referencias a la Guerra Civil española, como el aguafuerte El sueño y mentira de Franco. 

Las temáticas incluyen el circo, los toros, el amor y el sexo, y las interrelaciones de Picasso con artistas del pasado. La exposición termina con una selección de la Suite 347, llamada así pr el número de grabados de la serie, que Picasso completó a los 86 años en 1968, en un brillante estallido de creatividad tardía. "Más adelante vemos su interés por la litografía y el grabado en linóleo, y finalmente los grabados que hizo cuando estaba al final de su vida, cuando pensaba en su legado, así que vemos muchos elementos  diferentes de Picasso en esta exposición" señala Daunt.

Sin experiencia ni preparación, Picasso acometió su primer grabado, El zurdo, en 1899, cuando tenía 17 años, y que muestra un picador. En 1904 realizó el aguafuerte La comida frugal, que abre la exposición y se considera una obra maestra de su primera etapa. Los grabados de la Suite 156, creados en planchas de cobre entre 1970 y 1972, representan una suerte  de testamento del artista , casi nonagenario y denotan influencia de maestros como Rembrandt, Degas, Goya, Murillo y Delacroix. La suite da cuenta de la experimentación técnica que caracterizaba al pintor, desde el uso básico del ácido hasta sofisticadas aguas tintas con resinas o azúcar. "Sus grabados son como un diario personal, ya que siempre incluyó elementos de su propia vida. Vemos a las personas que significaron mucho para él, a sus esposas y amantes. Son un reflejo de sus emociones , vivencias , de los artistas que lo inspiraron. Fue un grabador muy creativo", aduce Daunt.

A. Paniagua. Madrid. La Voz de Galicia, lunes 11 de noviembre del 2024.

lunes, 6 de enero de 2025

"Las hijas del califato"

La película Las hijas del califato aborda un caso real de jóvenes captadas por el Estado Islámico para engendrar hijos y consolidar su siniestro proyecto. Y lo hace a partir de un testimonio principal al que la directora y su coguionista dieron forma, e incorporaron los de otras mujeres. Hablando en plata, se trata de verdaderas granjas humanas, por muy duro que suene decirlo así. Aunque convencidas de un servicio al ideal yihadista, buena parte de estas jóvenes se encontraron allí con algo que no aguardaban ; cierto es que , años después, algunas todavía se niegan a abandonar Siria, aferradas a su fanatismo. Ópera prima de la realizadora alemana Mareike Engelhardt, las hijas del califato se suma a otras ficciones  y documentales que han ido surgiendo en tiempos recientes.

El eje de la trama es la terrible Madame, responsable de una de las casas de mujeres en Raqa en la que se prepara a las recién llegadas para ser entregadas a los combatientes. Una de ellas, Jessica, parisina, emocionalmente inestable, pasa a ser su protegida y colaboradora, lo que quizá derive en una dirección imprevista. Actualmente en busca y captura, la gobernanta sigue oculta en la órbita del Estado Islámico.

Lo que cuenta el filme no pilla al espectador desprevenido, vista la mucha información  que existe  y con la ONU interviniendo para tratar de solucionar el problema de la nacionalización  de aquellas víctimas que desean regresar con sus criaturas a su realidad anterior. Es interesante el torrente de verismo desprendido por las imágenes, grabadas en un ambiente tétrico, con planos cortos para acentuar el el dramatismo. El guión opta por centrar el foco tanto en el trastorno fanático de quienes lideraban tamaña salvajada como en la inutilidad de este perverso programa  de absoluta degradación femenina, que somete a sus víctimas a una violenta cosificación. 

Nada sabemos del proceso de captación y propaganda, de las complicidades generadas hasta llegar a Raqa, sin levantar sospechas en territorio occidental, pues había mujeres procedentes de diversos países, Estados Unidos entre ellos. Aunque tal aporte habría redondeado esta crónica de la infamia, la elección de la autora -al fijar preferentemente su mirada en la interrelación de las recluidas- da a la película ese tono de espeluznante retrato de un universo que mantiene su vigencia ahora como otro modus operandi .

Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, jueves 19 de diciembre de 2024.

domingo, 5 de enero de 2025

La áspera verdad de un niño

Pocas veces la soledad infantil, el estupor y la desesperanza humanas ante los grandes sucesos históricos  se han expresado en forma de palabras tan verdaderas y a la vez tan ásperas como en la novela Tanguy publicada por el escritor francoespañol Michel del Castillo, que acaba de morir en Sens, al sur de París, a los 91 años. 

Nacido en Madrid, la terrible historia de la vida del pequeño Michel es la de un niño abandonado expuesto al dolor y al asombro de lo que le toca vivir. Su padre, Michel Janicot, un rico propietario francés, deja a su mujer justo antes de iniciarse la guerra civil española. Su madre, Cándida Isabel del Castillo, escritora y periodista  de muy buena posición económica y dirigente política comunista que protagoniza turbias actividades revolucionarias, se ve obligada a exiliarse en Francia con su hijo después de la guerra. Internados los dos en un campo de refugiados, en el trágico París de 1942 no ve otra opción para salvar su propia vida que dejarlo al negro vaivén de la historia.

Con 10 años, el niño es deportado, solo, al campo de concentración de Mauthausen, donde permanece hasta su liberación en 1945. Repatriado en España por la Cruz Roja, y considerado huérfano, Michel del Castillo es internado de nuevo, esta vez en el Asilo Durán de Barcelona, un tenebroso reformatorio religioso para chicos en el que padece todo tipo de violencias, castigos y humillaciones. Desesperado, enfermo, casi despersonalizado, superando tendencias suicidas, consigue huir y malvive durante un tiempo trabajando en fábricas  de cemento cerca del puerto de Barcelona. 

Tras varios intentos de recuperar tanto a su padre y a su familia francesa como a su madre y a su famila española, todos incomprensiblamente frustrados, asume que nunca fue un niño querido. Él mismo dijo una vez que se consideraba como un desgraciado personaje de una novela de Dickens, y que debía afrontar definitiva e irremediablemente su destino en soledad.

En 1951, Michel del Castillo necesita escribir la novela que lleva dentro. En una miserable casa de huéspedes en Huesca, los primeros esbozos son en castellano, pero pronto se da cuenta de que su lengua literaria será ya para siempre, y únicamente, el francés. Tanguy se publica en París en 1957 con el subtítulo Historia de un niño de hoy. El protagonista alter ego del autor, es la inocente víctima de los conflictos que padece fatalmente sin llegar  nunca a comprenderlos. El lector de la novela no se sitúa dentro de la historia, sino dentro de la historia vista, percibida y quizás deformada por un niño, y esta mirada insólita es la gran aportación de Michel del Castillo.

Convencido de que toda guerra implica una suspensión de la moral, Tanguy parece contentarse constatando que el mal existe y que no sirve ni cuestionarlo ni denunciarlo. El novelista no se considera un testimonio porque "atravesé las guerras cegado, ausente para mí mismo", dejándome llevar por la corriente".

Y escribe, siguiendo las lecciones de sus amados Dostoievski y Unamuno: "Contrariamente a lo que se dice tan a menudo, no creo que la literatura sirva como consolación de nada, más bien es al revés: cuanto más se escribe más aumenta el dolor".

Tanguy se publicó en España en 1959, pero muy recortada por la censura. No se reeditó completa hasta 1999 y se tradujo también al catalán, con un prólogo de Manuel Vázquez Montalbán, quien, junto al crítico Joan de Sagarra, acogieron afectuosamente a Michel del Castillo e intentaron , en vano, una última reconciliación con Barcelona, una de las ciudades en las que más sufrió. "Je n'aime pas L'Espagne, je déteste les Espagnols...", escribió en otra de sus múltiples novelas, muchas de ellas nuevas dolorosas revisitaciones al mismo nudo de la infancia.

Después de Tanguy, quizá la mejor es Calle de los Archivos, pero su trayectoria académica, los premios literarios, las adaptaciones teatrales y cinematográficas dan buena prueba de cómo el "patetismo veraz" de Del Castillo llegó a conquistar a miles de lectores.

Mucho tiempo antes del auge de la literatura testimonial y de las sucesivas modas de la autoficción,  Michel del Castillo ya supo construir una posición moral para afrontar su doloroso pasado, superar todos sus demonios familiares y pasar cuentas tanto con España como con Francia. Hasta darse cuenta de que la única forma de recordar el "campo de ruinas" que fue su infancia y de proyectarse con una identidad propia en la vida adulta era levantando el edificio de la literatura.

Xavier Pla. El País, viernes 20 de diciembre de 2024.