Para encarnar a ese héroe dispuesto a inmolarse, Schrader ha acudido al actor cuya exitosa carrera despegó bajo sus alas hace 44 años con American Gigoló, Richard Gere. La expectación ante el reencuentro entre intérprete y director era lógica y, aunque Oh, Canada acaba sabiendo a poco, tiene momentos de peso en su manera ruda de despojar de grandeza al héroe. La película está basada en el novela de Russell Banks Los abandonos. La historia es la de Leonard Fife, un prófugo y desertor que en 1968 abandonó Estados Unidos para no ir a la Guerra de Vietnam y que en Canadá acabó convertido en un famoso documentalista y activista.
Siguiendo el ritual intimista de una confesión desnuda y cruda, Gere interpreta de forma sobria y conmovedora a este hombre que in extremis decide ajustar cuentas consigo mismo. Fife necesita expiar su pasado y desde su casa en Montreal relata su vida ante una cámara y un número reducido de personas, entre ellas, su esposa (Uma Thurman ). El vehículo será una última entrevista concedida a un antiguo alumno (Michel Imperioli) marcada por el frágil estado de salud del maestro y el efecto de los medicamentos.
Schrader plantea el zigzag entre presente y pasado con una serie de flashbacks. Es en este doble relato donde la película pierde intensidad, el doble personaje no acaba de ser uno. Aún así, el nuevo antihéroe de Schrader cala en el espectador, quizá porque añade una nueva pieza al puzle de su larga obsesión con la masculinidad y sus remordimientos.
Elsa Fernández Santos, El País, martes 24 de diciembre.
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