El eje de la trama es la terrible Madame, responsable de una de las casas de mujeres en Raqa en la que se prepara a las recién llegadas para ser entregadas a los combatientes. Una de ellas, Jessica, parisina, emocionalmente inestable, pasa a ser su protegida y colaboradora, lo que quizá derive en una dirección imprevista. Actualmente en busca y captura, la gobernanta sigue oculta en la órbita del Estado Islámico.
Lo que cuenta el filme no pilla al espectador desprevenido, vista la mucha información que existe y con la ONU interviniendo para tratar de solucionar el problema de la nacionalización de aquellas víctimas que desean regresar con sus criaturas a su realidad anterior. Es interesante el torrente de verismo desprendido por las imágenes, grabadas en un ambiente tétrico, con planos cortos para acentuar el el dramatismo. El guión opta por centrar el foco tanto en el trastorno fanático de quienes lideraban tamaña salvajada como en la inutilidad de este perverso programa de absoluta degradación femenina, que somete a sus víctimas a una violenta cosificación.
Nada sabemos del proceso de captación y propaganda, de las complicidades generadas hasta llegar a Raqa, sin levantar sospechas en territorio occidental, pues había mujeres procedentes de diversos países, Estados Unidos entre ellos. Aunque tal aporte habría redondeado esta crónica de la infamia, la elección de la autora -al fijar preferentemente su mirada en la interrelación de las recluidas- da a la película ese tono de espeluznante retrato de un universo que mantiene su vigencia ahora como otro modus operandi .
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, jueves 19 de diciembre de 2024.
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