martes, 2 de junio de 2015

Paul Delvaux, lo que somos y lo que parecemos

No sé hasta qué punto resulta arbitrario relacionar la pintura de Paul Delvaux con la filosofía de Clément Rosset, pero la exposición en el Museo Thyssen parece evocar, aún sin pretenderlo, la yuxtaposición entre lo real y su doble que ha caracterizado la originalidad del pensador francés. Delvaux nunca llegó a sobreponerse a la estremecedora experiencia infantil que le proporcionó encontrarse con una mujer desnuda en una atracción de feria. Y no solo desnuda, sino elaborada en cera y provista de un sistema respiratorio que parecía humanizarla. Desde entonces podría exagerarse que al pintura de Delvaux desarrolla una respuesta al enigma. Lo que somos, lo que parecemos. Y no sólo desde una óptica psicoanalista o surrealista, más bien desde una tensión dialéctica que Rosset define en su Ensayo sobre la ilusión (Tusquets). Viene a cuento porque el pensador extrapola al pensamiento y la reflexión la asiduidad con que Delvaux escenifica a una mujer desnuda y a su doble. No contraponiéndolas, relacionándolas en un espejo -real o conceptual- e incitando la colaboración del espectador en el cuadro. Nos diría Clément Rosset que los humanos abjuramos de la realidad para instalarnos en una construcción ilusoria. Y que esa construcción, nuestro doble, acaba engendrando una realidad genuina, de tal forma que prevalece un yo social que nos custodia y nos relaciona con el prójimo, aunque sea al precio de caer en el engaño de nuestro artificio de espejos. No es necesario asumir estas conclusiones para disfrutar de la exposición del Thyssen (hasta el 7 de junio) entre otras razones porque Delvaux exterioriza una formidable pegada estética, dramatúrgica, sensorial, pero el paseo sobre el amor y la muerte otorga la razón a Rosset cuando reclama que el conocimiento de lo trágico nos conduce a la alegría.
Rubén Amón. EM2/Cultura. El Mundo viernes 1 de mayo de 2015

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