Françoise Hardy relata en un libro sus problemas de salud y "la devastación insoportable del envejecimiento". Defienda la eutanasia, es ecologista y de derechas. Sigue escribiendo canciones. Pero prefiere que otros le pongan música. En el elegante distrito XVI de París vive una solitaria mujer de 71 años que apenas sale de casa. Tiene el pelo corto y blanco y es de una extrema delgadez. Se llama Françoise Hardy, una compositora, cantante y escritora que no ha parado de trabajar desde que en 1962, con solo 18 años, se hizo mundialmente conocida, con una sencilla melodía que expresaba el romanticismo y la melodía de de la generación de los años sesenta: Tous les garçons et les filles. La tristeza de la Françoise Hardy de hoy es bien distinta a la de entonces. Castigada por la enfermedad y la debilidad física, el escaso éxito de su último álbum, según confiesa, le empujó a escribir Opiniones no autorizadas, el libro que acaba de publicar. El texto es el testimonio de una personalidad difícilmente clasificable que deplora la devastación insoportable del envejecimiento. Una nueva fractura ósea, esta vez en el hombro, le ha impedido conceder más entrevistas en plena promoción editorial. Sus textos hablan por ella. Son de una sinceridad sorprendente. Resumen con crudeza y ágil prosa una extraordinaria vida y sus líberrimas ideas... Habitualmente alejada de los focos, a pesar de su constante actividad artística, su vida es un libro abierto. En 2008 rompió el fuego con una autobiografía descarnada: La desesperanza del mono y otras bagatelas. Encandiló a Mick Jagger, Bob Dylan o Eric Clapton. Sus fotos con minifaldas y modelos futuristas de Paco Rabanne dieron la vuelta la mundo, pero ella otorga poca importancia al éxito frente a cuestiones más íntimas. Cayó en los brazos de un guapo cantante francés, Jacques Dutronc. Ahora viven separados, el hijo de ambos, Thomas Dutronc cree que siguen viviendo "una historia de amor muy particular"....En sus libros habla d ela modestia del hogar de su infancia, de la homesexualidad de su padre, casado con otra mujer, de la esquizofrenia de su hermana. Se retrata como una adolescente acomplejada. "Brigitte Bardot, toda ella con gracia, curvas y sex-appeal, encarnaba entonces el canon de la belleza del que yo estaba desesperadamente alejada con mi aspecto andrógino".... Amó tanto como sufrió de amores y, por supuesto, relata los estragos de su mala salud, agravada con un cáncer.... Dos elementos actúan como bálsamo en su vida: la literatura y la música. Devoradora de libros, es amiga de Michel Houellebec y Patrick Modiano y se lamenta de la brevedad de la vida para seguir leyendo a los escritores que admira...Finalmente una confesión poco sorprendente: "Tengo un gusto inmoderado por lo bello".
Gabriela Cañas. París. El País.Revistasábado, sábado 2 de mayo de 2015
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