martes, 23 de junio de 2015

El tesoro de Lartigue

Jacques Lartigue descubrió el color a los 17 años. Su cámara y los azules, verdes o rosas que capturaba le acercaban a la vida. A la felicidad. Ajeno al canon de su época, ceñido a un estricto blanco y negro, una exposición en París reivindica ahora la paleta cromática de este pionero de la fotografía. Todo lo que rodea a Jacques Henri Lartigue (Courbevoie, París, 1894-Niza, 1986) transciende la historia de la fotografía. Gracias a a su titánico archivo -más de cien álbumes de fotos donados poco antes de su muerte al Estado francés- sabemos que eso que se llama la joie de vivre no es un simple lugar común  sino una religión a la que este pionero de la imagen entregó cuerpo y alma. Pintor frustrado del que nadie recuerda hoy ni un solo cuadro, Lartigue quiso hacer inmortal su memoria con una cámara de fotos.. Dejó miles de huellas, obras maestras llenas de vida, pero atravesadas por algo más: la inexorable melancolía que encierra el inútil esfuerzo de atrapar lo que proclaman. Su obra en blanco y negro es célebre, pero una exposición en la Maison Européenne de la Photographie de París pretende poner ahora el foco en una faceta menos conocida, el color, al que nunca se había dedicado una retrospectiva y que solo se ha mostrado al público con cuentagotas, como anecdótica guinda a su monumental corpus fotográfico. Un libro, Lartigue, la vie en couleurs (editorial Seuil), ahonda a su vez en esta vertiente menos explorada de su legado. Se sabe que Lartigue descubrió el color en 1911, cuando tenía 17 años. Lo anotó, eufórico, en su diario. Los hermanos Lumière habían comercializado un nuevo invento y un amigo de la familia lo llevó al joven aficionado. El autocromo estereoscópico en unas placas de vidrio que reproducían en color después de un lento proceso y gracias a una mezcla de almidón sobre una película de blanco y negro. Lartigue escribió:"Antes cuando veía un día maravilloso, sentía una especie de fiebre: una mezcla de ansiedad y desesperación. Pero esta mañana tengo placas de autocromo. He instalado mi trípode y mi cámara frente a unos árboles rodeados de la azul neblina y me siento feliz. Siento la calma..."
Elsa Fernández-Santos. El País Semanal, domingo 21 de Junio de 2015

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