lunes, 22 de junio de 2015

Viaje a Sils María

Juliette Binoche y Kristen Stewart. Una estrella de la cinefilia y una superestrella de Hollyvood. En Viaje a Sils María, Olivier Assayas confronta  a ambas actrices para proponer un revelador diálogo entre verdad y representación, entre dos modelos de hacer cine. Todas las películas tienen una edad, aunque no siempre coincide con la de su director o sus protagonistas. Nadie lo diría, pero el cineasta Olivier Assayas (París 1955) cumplió en enero sesenta años, mientras que Juliette Binoche (París 1964) acaba de cruzar los cincuenta. Podríamos decir que Viaje a Sils María   comparte la edad media de ambos, la edad que Victor Hugo definió como "la juventud de la madurez", cuando el desencanto todavía no es capaz de aniquilar la pasión y la sabiduría empieza a expresarse con escepticismo. Una edad en que todavía se es joven pero con mucho esfuerzo."Quería tratar el paso del tiempo, cómo puede ser creativo y destructivo al mismo tiempo -explica Assayas a El Cultural-. No es una película sobre el hecho de envejecer, sino sobre aceptar que el tiempo pasa y cómo negociamos con ello." El decimoquinto largometraje de Assayas respira tanta verdad como belleza, pues a su modo nos recuerda la certeza rhomeriana de que "toda ficción es un documental", entendido como el registro notarial de un tiempo  y unos cuerpos en el momento de su rodaje, Más incluso si Juliette Binoche se interpreta a sí misma o al menos a una actriz veterana y de gran prestigio. "Nos conocemos desde hace mucho tiempo -recuerda el director. De hecho, nuestras carreras despegaron con La Cita de André Techiné, que yo escribí y ella protagonizó, así que esta película ha sido nuestra forma de enfrentarnos al paso del tiempo treinta años después". La actriz que interpreta Binoche se llama María Enders, y el filme nos la retrata en un momento complicado de su vida, enfrentada al incomodo reflejo de sí misma en su deslumbrante juventud cuando accede a tomar parte en el revival de una obra de teatro con ecos a Fassbinder que lanzó su carrera treinta años atrás. Su rostro es la máscara de la vulnerabilidad y el desconcierto de la intranquila madurez. Conserva su blanca belleza pero detecta signos de una decadencia incipiente....
Carlos Reviriego. El Cultural 12-6-2015

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