Canet todavía de carrera corta como director (como actor ya es otra cosa), entre ellos la muy notable No se lo digas a nadie (2006), apela a la complicidad del espectador en su homenaje al thriller neoyorkino de los 70, aquel al que dieron honor y gloria autores como Lumet, Friedkin, Sargent y algunos más. Para ello se asocia con uno de sus cultivadores actuales de mayor solvencia, James Gray (La noche es nuestra, 2007), que está en el guión y en la producción ejecutiva. Y el resultado admite dos valoraciones, quizás contrapuestas, pero sin afectar al indudadble interés del filme, que sin ser redondo satisface a quien gusta del género por la vía del realismo y la contención. La primera es su muy notable acabado formal en cuanto a recrear los ambientes setenteros de la ciudad. La globalidad del trabajo de arte es de libro. Atrezo, utillaje, decorados, vestuario, peluquería, localizaciones, y hasta el estalonaje de la foto, invitan a irnos a cuatro décadas atrás en un esfuerzo presidido por el rigor. Más todavía, su manera de encuadrar, en una explícita renuncia a la coyuntura visual, esa que deriva el look hacia lo clipero y lo falsamente moderno. Un diez para Canet. La otra valoración, menos agradecida, se refiere al guión e incluso al ritmo. Una historia como ésta de ribetes sakesperianos, con dos hermanos, uno policía y otro delincuente, ambos entre un padre con el corazón partido, escora más hacia el drama que hacia el thriller en su clave de western urbano. De hecho, dosifica la violencia y procura no hacerla muy operística, buscando el efectismo de distancia corta, centrándose más en la relación entre los personajes y sus periferia que en la acción (muy convincente la secuencia del atraco al furgón, por naíf...) . Pero es en esa relación donde el drama transcurre a brincos, con situaciones dudosas y de intensidad dispar. Como en la fluidez narrativa, que deja sensación de haberle sobrado metraje, aunque no necesariamente (la edición francesa para home cinema incluye secuencias descartadas, que habrían quedado estupendas en la versión final). Uno puede imaginarse lo que habrían servido con este material un Scorsese o un De Palma, pero Canet pone voluntad, honestidad y buen gusto.
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, miércoles 27 de mayo de 2015
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