Dramática pulcritud británica. Dramática porque así es el texto autobiográfico de la escritora ucraniana de origen judío Irène Némirovsky (1903-1942), detenida por los nazis en Parísy deportada a Auschiwitz, donde falleció por tifus. Antes logró confiar a sus dos hijas , todavía niñas, una maleta con varios textos, entre ellos su novela inacabada Suite francesa, que era parte d eun proyecto más ambicioso centrado en Francia y las consecuencias de la invasión nazi en su sociedad. Publicada finalmente en el 2.004, recibió el premio Renaudot que la aupó a éxito de ventas y a objeto codiciado por el cine. Trasladado finalmente a imágenes, con la comentada pulcritud británica, que es tanto como el top de dirección de arte y tono formal. Su responsable Saúl Dibb (también coguionista), ya demostró sus buenas maneras para la recreación histórica con su ópera prima La duquesa, en el 2008. De nuevo garantiza un buen acabado, siempre muy de agradecer. Se nota sobre todo en la ausencia de cartón-piedra, de vestuario impecable, de maquillajes cool y de atrezo de anticuario. No queda duda de que una producción de este corte se hace destinada primero a los lectores de la novela y después al gran público, aspecto este último que lastra la crudeza del realismo y suaviza las maneras, sean violentas (la presencia de los nazis en el pequeño pueblo no fue un balneario...), sean sexuales (demasiada elegancia aún renunciando al exhibicionismo), sean costumbristas (se echa de menos algo más de acritud vecinal). En todo caso, el texto de Némirovsky remueve la herida en algunas vergüenzas de la sociedad gala durante el conflicto. No tanto el espinoso asunto del colaboracionismo (ya tratado en muchas ocasiones) y una cierta mitificación de la Resistencia, como el papel de la burguesía local, en exceso complaciente con los ocupantes por temor a perder sus privilegios económicos y patrimoniales (el personaje de Scott Thomas) lo denota con éxito). Son apuntes que revalidan el texto y aportan interés al filme, aunque a Dibb le falte la pericia para elevar la temperatura emocional. Por momentos la frialdad es excesiva, aunque se agradezca que insista en eso de que el uniforme no hace a todos canallas. Se deja ver que eso querían sus promotores. Y por lo visto pasan muchos por taquilla
Miguel Anxo Fernández. La voz de Galicia. Sábado 23 de mayo del 2015
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